Clásico

El Madrid le saca la lengua al Barça

El conjunto azulgrana y el blanco parecían los teloneros acobardados de los Rolling Stones que se contoneaban en el palco

El logotipo de 'Los Rolling Stones' durante el FC Barcelona - Real Madrid.

El logotipo de 'Los Rolling Stones' durante el FC Barcelona - Real Madrid. / EFE

Matías Vallés

Matías Vallés

Este clásico equivale a dos horas viendo trabajar a un dentista, un sudoroso cuerpo a cuerpo. Barça y Madrid parecían los teloneros acobardados de los Rolling Stones que se contoneaban en el palco. Mick Jagger, que bostezaba junto a otra momia, podría haber jugado unos minutos sin desentonar con los madridistas de la primera parte, y con los barcelonistas de la segunda. En contra de los previsto por la publicidad del último disco de Sus Satánicas Majestades en las camisetas azulgrana, fue el Madrid quien le sacó la lengua al Barça.

En el lenguaje técnico que favorecen los expertos, llegaba a Barcelona un equipo de prestaciones disminuidas con una sola estrella deslumbrante, que se llama Bellingham. Pues bien, el único peligro inminente marca dos goles y, si repasan las imágenes, observarán que los defensas encargados de controlarlo en ambas acciones estaban practicando el teletrabajo.

Xavi montó el Barça-Madrid con el solo objetivo de anular a Vinicius. El marcaje al hombre es preceptivo en la NBA y una villanía enLaLiga, pero los barcelonistas utilizan a Araujo como antídoto del madridista, igual que los Celtics fichaban a Dennis Johnson con la sola misión de neutralizar a Magic Johnson. Obsesivos por tradición, los barcelonistas olvidaron que Vini ha alcanzado ese momento de potencia discursiva en que toda la fuerza se le va por la boca. No puedes interpretar a Mandela y Benzema simultáneamente.

Cuesta celebrar la victoria a regañadientes del Madrid, porque saltó al campo con la modesta misión de evitar una derrota de escándalo. Objetivo cumplido y superado con creces, debido a que el Barça operó con la convicción de que los partidos solo duran media parte. Al margen de la libertad absoluta que concedieron a Bellingham, está claro que los azulgranas siguen acomplejados por el acorazado blanco.

Bellingham no logra elevar al partido a las cumbres alcanzadas con los Messi/Ronaldo. El inglés tampoco es el mejor de todos los tiempos, se limita a interpretar mejor que nadie las carencias del fútbol actual.

Sabe que el depredador siempre gozará de una oportunidad, ante defensores incapaces de ejecutar su ballet sin fisuras.

Bellingham sabe sobre todo que la solución más sencilla es también la más exacta, ahora que se ha puesto de moda la navaja de Ockham. El madridista comparte convicción con Gündogan, autor de un gol magnífico que tuvo un impacto oxidado durante el partido. El alemán se fabricó una jugada de genio superlativo, con toques en hombro, rodilla y pie antes de depositar su entrega. Operó sin impedimentos, aprovechando que los defensas blancos estaban reducidos a estatuas de sal.

El Barça debe derrotar por definición a un Madrid donde Kepa no es Courtois y Modric/Kroos tienen un año más. Sin embargo, volvió a demostrarse que los barcelonistas padecen una subordinación psicológica de su único rival. En el bando madridista, la consolidación de Bellingham viene acompañada del agigantamiento acelerado de Camavinga, que funciona con la sangre congelada. El clásico de más baja gradación desembocó en un extraño certamen de conformismos, y el Barça superó a su rival en esta dejación de responsabilidades.