Maternidad en la era tecnológica
Las grandes tecnológicas fueron pioneras en ofrecer a sus empleadas, como beneficios sociales, la congelación de óvulos. Hace una década, cuando compañías como Apple o Facebook presentaron esta alternativa cuasi experimental se desató una oleada de críticas. Mientras algunos veían en ello una vía para que las mujeres tuviesen más autonomía, permitiéndoles centrarse en sus carreras y posponer la maternidad, otros veían una posible presión para priorizar la vida profesional.
A medida que avanzamos hacia un futuro donde la biotecnología se integra cada vez más en nuestros cuerpos y vidas, se ponen de manifiesto nuevas tensiones sociales. Por un lado, se celebra la emancipación de la mujer de las restricciones biológicas tradicionales, un paso hacia la igualdad de género en el que ellas pueden planificar su maternidad con precisión. Por otro lado, surge una crítica incisiva que señala cómo este beneficio puede ser una espada de doble filo, una forma sutil de alentar a las mujeres a posponer la maternidad en nombre de la productividad y el compromiso laboral. En medio de esta controversia, sus voces se pierden en el ruido. Sus experiencias, aspiraciones y miedos a menudo se ven acallados por los debates filosóficos o económicos que rodean a la congelación de óvulos. ¿Qué quieren ellas?
La realidad es que no se sabe. A pesar de los debates éticos, ha habido una carencia de investigaciones centradas en las perspectivas de las mujeres que trabajan. Los pocos estudios que hay tienden a enfocarse en mujeres que ya han congelado sus óvulos, dejando fuera a aquellas que están considerando esta opción. ¿Cómo se toma esta decisión? Un estudio estadounidense arroja luz sobre el tema, resaltando las razones personales más comunes para posponer la maternidad: la falta de pareja o el deseo de alcanzar primero sus objetivos sociales y profesionales.
La congelación de óvulos -que es solo el primer paso- ha ido ganando popularidad, aunque sigue siendo un lujo para muchos. En países de renta baja, un solo ciclo puede costar entre el 50% y el 200% de los ingresos medios anuales. Mientras tanto, en lugares como Estados Unidos, se espera que este tipo de beneficios sea ofrecido en paquetes salariales para atraer talento. De hecho, el 40% de las empresas norteamericanas ya lo hacen. Las tecnológicas, siempre a la vanguardia, han llevado el debate más allá, abordándolo desde la salud reproductiva. Amazon ha ampliado el apoyo a sus empleadas ofreciendo beneficios como la fecundación in vitro, adopción o la congelación de óvulos. En países como España, la situación es otra. Aunque el sistema de salud público permite la congelación de óvulos, está limitado a casos muy específicos, dejando a muchas mujeres dependiendo de su capacidad económica. Mientras el sistema público de salud se retira, o se retrasa con sus interminables listas de espera, a las familias se las deja en manos de la caridad corporativa. ¿Es este el futuro de la reproducción humana? Un futuro en el que el acceso a la maternidad se convierte en un lujo, algo que se negocia en los paquetes salariales. ¿Qué pasa con las autónomas?
Estamos entrando en una era donde la mera posibilidad de reproducción se convierte en otra faceta de la vida colonizada por el capitalismo, donde congelar un óvulo es un acto que está inexorablemente ligado a la capacidad económica y a la estabilidad laboral. Deberíamos darle una vuelta.
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