Francina Armengol gana todas las votaciones

Los partidos nacionalistas exigieron a Pedro Sánchez una candidata a la presidencia del Congreso «votable», pero sus éxitos acabarán por suscitar celos en La Moncloa

Matías Vallés

Matías Vallés

Debe quedar claro desde un principio que Francina Armengol no es la candidata de Pedro Sánchez a presidenta del Congreso, porque el primer ministro solo nombra a personajes inferiores o de probada esterilidad. Véanse a tal efecto las últimas remodelaciones del Gobierno. Sin embargo, la mayor virtud del líder socialista consiste precisamente en la cualidad que se le reprocha, el sacrificio de los principios en aras de la eficacia. Con copia a Bill Clinton, «la política consiste en gobernar».

Armengol responde a las exigencias de los secesionistas sintetizados en el levantisco Carles Puigdemont. Mientras el madrileño Sánchez ni siquiera contactaba con los catalanistas durante las elecciones de 2015 y 2016, la entonces presidenta de Balears estrechaba lazos con los independentistas y se convirtió en embajadora de su jefe de filas ante la corte de la Generalitat. Quienes acusan de nacionalista a la presidenta del Congreso pecan de ingenuidad, y pronto descubrirán que existe una política con mayor versatilidad que Sánchez a la hora de cambiar sus principios por otros.

Armengol les habla en su idioma a Oriol Junqueras y a Puigdemont, pero también a Íñigo Errejón y a Yolanda Díaz. Cuando el 23J alumbró un Parlamento que demuestra el sentido del humor de los votantes, se disparó el caché de la expresidenta balear resignada a diputada. Los nacionalistas que arbitran el tránsito de legislatura le exigieron a Sánchez una candidata «votable» para la tercera magistratura del Estado. Por ejemplo, debía hablar catalán pero no podía ser catalana, porque el PSC rivaliza con Junts y Esquerra. Solo había una miembro del Congreso que cumpliera exactamente con dicho requisito.

Un mes después de su elevación a los altares, el riesgo consiste en que Armengol sea demasiado «votable», porque viene arrasando en los cinco recuentos que se han registrado hasta la fecha en el Congreso. Es prematuro afirmar que ha nacido una estrella, pero el hipotético sorpasso de la presidenta efectiva al presidente en potencia obliga a recordar que la relación entre ambos ya se agrietó cuando la primera traicionó al segundo con Patxi López. La historia reciente demuestra que Sánchez solo perdona cuando la magnanimidad le sale rentable.

Armengol ha montado una escenografía descuidada de hallarse de paso, la vecina del piso de arriba, pero sus éxitos en las votaciones anudadas en el Congreso acabarán por suscitar celos en La Moncloa. Porque la animosidad contra Sánchez nubla la evidencia de que el líder socialista apura el cáliz de las concesiones a los catalanes hasta las heces en contra de su voluntad. Hasta el PP cuenta con perfiles más nacionalistas, Feijóo hablaba en gallego excepto en la intimidad.

Se ha abusado de la réplica de Napoleón a quienes le acusaban de haber tenido fortuna en el campo de batalla, «prefiero que mis generales tengan suerte a que sean buenos». Eisenhower remachó napoleónico que «prefiero los generales con suerte a los inteligentes, porque los primeros ganan batallas». Ya solo falta determinar si Armengol es una presidenta demasiado afortunada para su propio bien. De momento, la Mesa del Congreso bajo su dirección ha redondeado cinco votaciones por mayoría absoluta, en una de las cámaras de geometría más endiablada de la historia.

La constitución de la Mesa que coronaba a Armengol se saldó con el espectacular resultado de tres votaciones con 178 para el PSOE a 139 del PP. Incluso Vox abandonó a Cuca Gamarra, propuesta por Feijóo. En cambio, los nacionalistas votaron en bloque por la candidata socialista, pese a que no obtuvieron a cambio ni un solo puesto en el órgano rector. Cabe recordar que Junts no había apoyado jamás una investidura de Sánchez. Y sobre todo, en fechas en que se avala el transfuguismo es relevante que no se produjera ningún desmarque, pese a que el voto secreto mediante papeleta facilitaba la desobediencia.

Armengol recibió 179 votos en una primera vuelta abrumadora, Sánchez gobierna interinamente gracias a un ajustado marcador de 167 a 165 en la segunda vuelta de su investidura de 2020. Para demostrar que no se trataba de un fenómeno aislado, la presidenta ha mejorado incluso sus marcas al configurar un Congreso plurilingüe. El pasado martes cerró un 176 a 169, solo porque hay diputados que no saben manejar los artilugios de voto. El jueves se superó a sí misma con un estratosférico 180 a 170. Cuando los titulares señalan que este resultado enmarca la posible mayoría de la investidura, hay que decidir si resaltan el triunfo futuro de Sánchez, o el poder de anticipación de Armengol.

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