Futbolista portugués del Atlético de Madrid

Limón & vinagre | Joao Félix: Más protagonista de un fado que soldado

El delantero portugués del Atlético de Madrid durante un partido el pasado 27 de julio.

El delantero portugués del Atlético de Madrid durante un partido el pasado 27 de julio. / EFE

Albert Soler

Albert Soler

En el fútbol actual no está bien vista la sinceridad, en eso se asimila al matrimonio. En un cuento de Quim Monzó, un chico y una chica enamoradísimos, que jamás han tenido una sola disputa, se juran sinceridad absoluta por siempre jamás, hasta en los más nimios detalles de la vida. La pareja se rompe al poco tiempo. Nadie soporta la cruda verdad, uno está obligado a decirle a su señora que ese vestido le sienta fenomenal y que su madre es encantadora, otra cosa es impensable. Y una debe jurarle al marido que sus paellas dominicales son la envidia del vecindario y que le siguen sentando que ni pintadas las bermudas.

La verdad conduce al abismo. Si Joao Félix leyera a Quim Monzó, se guardaría mucho de confesar públicamente que su deseo es jugar en el Barcelona. Eso no conduce a nada bueno, ya no es solo que la sinceridad esté sobrevalorada, es que a nadie le gusta que su pareja le anuncie que tiene otro amor. Joao Félix es muy joven para saberlo, ya le irá enseñando la vida que la gente que dice siempre lo que piensa, en realidad no piensa lo que dice.

Si la traición y el despecho son letales en el amor, en el fútbol lo son 100.000 veces más, una por cada socio. La mayoría de los aficionados de cualquier equipo prefiere una infidelidad de su señora que de la figura del equipo, por lo menos a aquella no están obligados a verla por televisión cada fin de semana del brazo de su nuevo amor. Se precipitó Joao Félix en que lo que fue sin duda un pecado de juventud, no le faltó más que aparecer en el Metropolitano con el escudo del Barça tatuado en la frente. Los jugadores veteranos que pretenden cambiar de equipo se dedican a emponzoñar la relación con su club actual hasta que los aficionados y la directiva ven su marcha más como un alivio que como una afrenta, en ello está Mbappé, en ello ha estado unas cuantas veces Cristiano Ronaldo, y en ello estuvieron Maradona y tantos otros. También como en el amor, por cada aficionado burlado hay uno -de otro equipo- complacido de ser el nuevo amante. Como hubiera dicho Campoamor de vivir en nuestros tiempos: en el mundo traidor del fútbol nada es verdad ni mentira, todo es según el color de la camiseta con que se mira.

Xavi Hernández, entrenador del Barça, ha declarado que no quiere a Joao Félix en su equipo, ha marcado esa línea roja a la directiva, algo le habrá visto al jugador, o mejor dicho, algo no le habrá visto. Así que el futbolista portugués no quiere estar donde está, y no le quieren donde quiere estar, si eso no da para un fado que baje Amália Rodrigues y lo vea. Tengo para mí que, si el entrenador del Atlético ha dejado de contar con Joao, ha sido más por ese aroma a fado que desprende el jugador, que por haber declarado su amor al Barça.

El fado es melancolía, y la melancolía no va con un tipo duro como Simeone, a quien ese sentimiento le suena a marca de perfume de las que se anuncian en la tele antes Navidad, o tal vez a nombre de tienda de lencería femenina, desde luego no a linimento y a sudor. Simeone quiere jugadores que -como aquél que tuve yo en época de juvenil- le ayuden de buena mañana a marcar el terreno de juego, para que sepan quien traza las líneas. Simeone quiere soldados que troten a su lado en filas de a dos mientras cantan el himno del Atlético, como los marines de las películas, y como éstos, obedezcan las órdenes sin pararse a pensar el porqué, o mejor todavía, sin pararse a pensar. Cuando Simeone publicó en las redes sociales una foto jugando al ajedrez con su hijo, todo el mundo la tomó a befa porque la posición de las figuras era imposible. En realidad, se trataba de toda una declaración de intenciones: me importa un carajo no saber jugar a lo que sea que tengo aquí delante, aunque sea mi hijo, en cuanto se despiste, le como el rey y cuento veinte.

Eso no va con Joao Félix, que carga con el estigma de ser un artista, y los artistas suelen ser malos soldados. Tal vez sea esa la razón que le ha llevado a fijarse en el Barça, un equipo con el mismo estigma. Tampoco es descartable que los motivos sean más prosaicos, salta a la vista que el chico está muy delgado y quizás la imagen del presidente del Barça le ha llevado a creer que en Barcelona podrá ganar algo de peso, cada vez que ve a Laporta por televisión debe de imaginar la capital catalana como una ciudad con un buffet libre en cada esquina. No se le puede echar en cara, yo he llegado a pensar lo mismo.

Joao Félix es portugués, y uno nunca sabe por dónde puede salir un futbolista portugués, díganmelo a mí, que soy culé y adoré a Figo. Portugal es un país futbolísticamente tan raro que el mejor jugador de su historia ni siquiera nació allí, sino en Mozambique, y además era negro.

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