Puigdemont apoyó un gobierno con el PSOE para frenar a Aznar

El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont.

El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. / REUTERS

Ernesto Ekaizer

Ernesto Ekaizer

Es el 3 de marzo de 1996. José María Aznar gana las elecciones generales por menos de lo previsto. El PP obtiene 156 diputados, 15 más que en las anteriores generales y el PSOE se queda en segunda posición con 141 diputados, 18 menos que en las elecciones generales de 1993. Fue la noche electoral que Alfonso Guerra inmortalizó «la amarga victoria y la dulce derrota». Aquella noche no son pocos los que hacen sumas y calculan con qué mayorías se puede gobernar. Un periodista en Girona hace números. Se llama Carles Puigdemont. Y entonces tenía 34 años. Según su curriculum en viquipedia, debidamente visado con su firma, era miembro de Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) desde 1983. Había sido redactor jefe del periódico El Punt pero algunas diferencias con sus propietarios le llevaron a montar con su amigo Josep Maria (Jami) Matamala una empresa de servicios llamada CatEdicions. Los dos eran históricos en el mundo de Convergéncia i Uniò y a través de esta empresa ofrecían servicios tan básicos como redactar boletines municipales y hacer escritos para alcaldes poco dúctiles con la pluma. En épocas electorales también ofrecían otro servicio a CiU: el dossier de prensa escrita (con fotocopias) y la creación de frases ingeniosas para la campaña electoral. El periodista Puigdemont era un spin doctor local antes de que existiera tal oficio de consultoría política.

Desde la noche electoral del 3 de marzo, al joven periodista se le metió entre ceja y ceja que CiU tenía que participar en una «operación de Estado» para evitar la llegada del PP al poder.

Los números cuadraban: la suma de PSOE, Izquierda Unida, CiU y PNV ofrecían una mayoría para la investidura de Felipe González. El que había estado en el comité de campaña de CiU de las listas lideradas por el histórico diputado Josep López de Lerma (24 años en el Congreso de los Diputados) empezó a impulsar la idea de la alianza de la izquierda con los dos grupos nacionalistas. A quien primero se lo planteó fue a Jordi Xuclà.

Por aquel entonces Puigdemont tomaba café y charlaba largamente con Jordi Xuclà, que estaba en su último año de estudiante de Derecho en Girona, había sido número 4 de la lista de CiU en esas elecciones generales y estaba a las puertas de ser el líder de las juventudes de Convergencia. Llegaron a ser amigos. Todo se rompería cuando en octubre de 2017, Xuclà le recomendó a Puigdemont que convocara elecciones y que no lanzara Cataluña a la frustración de una declaración de independencia retórica. Solo volvieron a hablar, según confirma Xuclà, a finales de mayo de 2018, con ocasión de la moción de censura a Rajoy presentada por Pedro Sánchez. Xuclà diputado favorable a la moción, Puigdemont presidente en el exilio, es partidario de mantener a Rajoy: «Rajoy es como Erdogán, España es como Turquía. Les debemos hacer descarrilar como Estado», sostenía.

Los caminos de los dos amigos se bifurcaron definitivamente y con una hostilidad notoria del hoy eurodiputado hacia el hoy exdiputado trabaja como abogado y ejerce de profesor universitario. Xuclà es el hombre que sabía demasiado. Pero prefiere practicar el silencio a explicar lo mucho que sabe de las interioridades de aquellos años de arranque del procés.

Volvamos a marzo de 1996. Puigdemont tenía una notable ascendencia sobre López de Lerma, portavoz adjunto del Grupo Parlamentario con Miquel Roca y diez años vicepresidente del Congreso. López de Lerma era eficaz en los resultados electorales: siempre conseguía 3 de los 5 diputados en juego y 3 de los 4 senadores. Se llegó a discutir en la ejecutiva de Convergencia y en sus círculos informales de la cocina del poder. Puigdemont no paró de descolgar teléfonos para defender el pacto de los nacionalistas con las izquierdas. En CiU daba pavor el pacto con el PP de Aznar. Carles Campuzano, diputado de CiU en aquellas elecciones y hoy consejero de ERC, dijo con toda solemnidad en los micros de Catalunya Radio que él nunca votaría la investidura de Aznar. Se tuvo que tragar sus palabras.

La campaña activísima de Puigdemont se convirtió en un artículo publicado el 10 de marzo de 1996 en El Punt, una semana después de las elecciones, con el debate candente sobre qué hacer con los votos de CiU

En la página 14 del diario publicaba un extenso artículo titulado: «Per què Aznar no pot ser president del govern español (Por qué Aznar no puede ser presidente del gobierno español) Algunos puntos de sus argumentos: «CiU no puede traicionar a su electorado. Nunca una campaña de CiU había dejado de ser tan ambigua como esta última: «plantaremos cara al PP». Los convergentes han conseguido retener parte de su electorado, el cuál si no hubiera sido por el mensaje claro, se hubieran ido a ERC y al PSC». continuaba con su apuesta por el pacto con las izquierdas y para evitar que gobernara el PP: «No se puede construir nada sólido ante este PP. Suponiendo que el PP consiguiera una investidura con PNV y CiU alguien cree que esto va a aguantar».

Le daba poca vida política a Aznar: «Aznar no tiene áurea. No tiene ninguna posibilidad de ser ningún líder en España y en el mejor de los casos será un simple paréntesis en la historia, una simple anécdota».

La campaña de activismo de Puigdemont iba ganando apoyos en CiU hasta llegar a la mesa de Jordi Pujol y Joaquim Molins, portavoz del grupo catalán en el Congreso desde 1995 en sustitución de Miquel Roca, que ya habían hablado con Felipe González y con José María Aznar. Ya sabían que las cosas irían por otros caminos. En una reunión de la ejecutiva de Convergencia, Pujol explotó y acuso a Puigdemont de incendiar las bases con argumentos simples y que perjudicaban al partido: «El menos convergente de los convergentes».

Felipe González ya había llamado a Jordi Pujol la semana posterior a las elecciones y le había dicho que debían ayudar a Gobernar a Aznar y que él no se veía negociando con Julio Anguita, que era el momento del turno. Pujol y Molins empezaron la negociación al detalle de lo que fue el Pacto del Majéstic.

Puigdemont continuó con su campaña de «parar los pies al PP» e incluso proponía un Gobierno técnico presidido por Fuentes Quintana o Miquel Roca (Puigdemont y su grupo de Girona habían sido roquistas en la crisis Roca- Pujol de 1992), El final de su artículo de 1996 da algunas pistas de cómo se puede escribir el futuro: «Si no fuera porque venimos de dos elecciones en menos de un año (…) estaríamos todos de acuerdo que la situación de empate técnico como el actual sólo se podría resolver con la convocatoria de nuevas elecciones».

En aquel momento el periodista Puigdemont hacia un a activa campaña por la alianza de las izquierdas y el nacionalismo para parar el PP. Hoy parece que no piensa lo mismo. Una incógnita que se despejará en semanas,

Xuclà, consultado por este cronista, ha confirmado algunos detalles de ese periodo; Jordi Xargayó, director del Diari de Girona hasta 2021, también conoció la peripecia, aunque él asumió la dirección del periódico dos años después de los hechos, en 1998. Por último, consultado López de Lerma por teléfono, explicó que se encontraba en un viaje familiar en un crucero fluvial por el Danubio y que estaba asqueado de la política.

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