En manos de Puigdemont

A pesar de que en Catalunya se ha impuesto la izquierda y el constitucionalismo, la gobernabilidad en España va a depender de Junts per Catalunya

Astrid Barrio

Astrid Barrio

De acuerdo con su particular estructura de competencia política articulada en torno a dos ejes de conflicto —la fractura izquierda-derecha y el eje nacional— los resultados electorales en Catalunya permiten dos lecturas.

Por un lado, si se analizan en términos de la lógica de los bloques izquierda-derecha, hay que concluir que la izquierda se ha impuesto de manera indiscutible, tal y como viene sucediendo desde la transición a la democracia con pocas excepciones. La suma de PSC, que con 19 escaños se ha impuesto con total autoridad, con ERC y con Podemos, ya que dónde situar a Junts en este eje de competencia sigue siendo una incógnita, se eleva a 33 escaños, mientras que la derecha solo suma ocho escaños.

Catalunya es predominantemente de izquierdas y su apoyo al bloque de la investidura es muy mayoritario. Tanto, que la capacidad de resistencia que, contra pronóstico, ha demostrado el PSOE en el conjunto de España, debe mucho a los buenos resultados que ha obtenido el PSC. Los socialistas catalanes, con 19 escaños, casi han triplicado los resultados obtenidos por las segundas fuerzas, un triple empate a siete en cuanto a representantes, que no en votos, entre Sumar, Junts per Catalunya y ERC.

Por el otro, si los resultados se observan desde la perspectiva de la fractura nacional se concluye que el constitucionalismo, en su conjunto, ha obtenido uno de sus mejores resultados en los últimos años ya que la suma de socialistas, PP y Vox asciende a 27 escaños, y si se añade a Sumar, con todas las cautelas posibles, la cifra se eleva a 34 escaños. El reverso de la moneda es el independentismo que ha experimentado un fuerte retroceso, hasta el punto de que ERC, que en 2019 quedó en primera posición, ha perdido cinco escaños, Junts per Catalunya ha retrocedido uno y la CUP se ha quedado sin representación. Y eso que la batalla en ese espacio ha sido muy igualada y ERC se ha impuesto por la mínima.

Sin embargo, se da la paradoja de que a pesar de que en Catalunya se ha impuesto la izquierda y el constitucionalismo, la gobernabilidad en España y una nueva la investidura de Pedro Sánchez va a depender de Junts per Catalunya, un partido minoritario que no forma parte de ninguna de esas mayorías. En puridad Junts no se puede situar en la izquierda, en parte es heredero de la conservadora Convergència i Unió, y es un partido independentista que apuesta por la confrontación con el Estado y que no está dispuesto a facilitar el Gobierno en España, porque como ha recordado no es su prioridad, y no al menos con unas condiciones que puedan resultar aceptables para el PSOE.

Los resultados electorales del 23J arrojan una nueva recomposición del volátil sistema de partidos existente en España desde 2015. Sin embargo, y a pesar de los cambios, se mantiene una misma constante desde 1979: cuando no hay mayoría absoluta y dado que los dos principales partidos son incapaces de pactar, la mayoría siempre depende Catalunya. En caso, más concretamente, de Carles Puigdemont.

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