Fuego amigo, mentiras y hemeroteca

Ángel Acebes.

Ángel Acebes. / JUAN CARLOS CARDENAS

Pedro Coll

Pedro Coll

La llamada lista de Acebes es la lista de condonación de penas y puesta en libertad de terroristas etarras decidida por el gobierno del PP, excarcelaciones que figuran firmadas por Mayor Oreja, Acebes, Rajoy… Un total de 62 excarcelados que tenían penas acumuladas de 30 años y cumplieron bastantes menos de 20. En la relación vemos el detalle de las condenas impuestas, los nombres y las fechas de ingreso y salida de prisión de cada terrorista indultado. La lista fue elaborada y publicada por el periodista Miguel Ángel Aguilar, en el periódico El País. Ocurrió durante el mandato en que Zapatero negoció con ETA el cese definitivo de su actividad armada, firmado el 20 de octubre de 2011. Habían quedado atrás los días en que José María Aznar hablaba catalán en la intimidad y decía Movimiento Vasco de Liberación cuando quería decir ETA.

Resulta que quienes ahora se rasgan las vestiduras por las reducciones de penas a violadores por la ley del ‘sí es sí’ (consecuencia de un error al legislar), cuando estaban en el poder (y no por error sino conscientemente) pusieron en la calle a más de medio centenar de terroristas, criminales confesos, de ETA, la extinta bestia negra artificialmente resucitada por el PP para nutrir malévolamente su argumentario electoral. La cínica manipulación de los hechos se desmorona ante la hemeroteca.

La expresión ‘fuego amigo’ suele utilizarse en casos de daños producidos sobre las propias tropas, por error. Algo que desgraciadamente puede ocurrir en el fragor de las contiendas. En la vida civil se puede dar el ‘fuego amigo’ intencionado, sibilino y cainita. Aquí voy a referirme al esgrimido por el ego herido que no sabe asumir la pérdida de influencia y poder a que lleva el cambio generacional.

Hemos visto a un corajudo José María Rodríguez Zapatero atándose los machos y entrado en campaña por el PSOE. ¿Pero dónde están ahora Felipe González y Alfonso Guerra, y otros muchos, cuando la España democrática (la de todos) les necesita como agua de mayo?

El PSOE de Felipe González modernizó este país y lo situó en el mundo. Y uno a uno, todos los avances sociales se fueron alcanzando a pesar de la constante oposición de los conservadores. Esta dinámica negacionista comenzó pronto: el 22 de junio de 1981, el Congreso de los Diputados aprobó la ley del divorcio con 162 votos a favor, 128 en contra y 7 en blanco. Rechazo frontal de los sectores conservadores de la sociedad y de gran parte de los medios de comunicación. Y así ha ido ocurriendo con las sucesivas conquistas sociales y laborales, alcanzadas siempre a pesar del no de la derecha, hasta el día de hoy. Hace unos días, Feijóo ha reconocido que la reforma laboral diseñada por la comunista Yolanda Díaz (Sumar) es «sustancialmente buena» (se ha enterado de que la Patronal la acepta y Europa la exige) y por eso la va a mantener, si gana. No se corta sabiendo que su tropa (Vox incluido) votó en contra de la misma en bloque y no la derribaron por culpa de un único y equivocado voto doméstico, auténtico ‘fuego amigo’. Siguiendo el libro de estilo del partido, la recurrieron ante el Constitucional y ahí sigue el recurso sin ser retirado, a pesar de que ahora la ley sí le gusta a Feijóo. La coherencia no es la mejor virtud de esos conservadores.

Hay conceptos diáfanos, fáciles de entender. Progresismo viene de progresar, de progreso, de avanzar y de arriesgar; progresismo es un concepto valiente y solidario. Conservadurismo viene de conservar, implica acomodamiento, desconfianza ante los cambios, egoísmo. Si por los conservadores hubiera sido, estaría aún vigente el derecho de pernada.

Y hay mentiras y manipulaciones diáfanas. El PP que, a través de Feijóo, pidió a Sánchez su abstención en caso de ganar, para evitar a Vox en su futuro gobierno… fue el mismo PP que, el 7 de enero de 2020, cuando Sánchez ganó las elecciones en minoría, al no abstenerse, le dejó a los pies de los caballos (de ahí los obligados pactos ‘frankestein’). Y el PP que, a través de Feijóo, en el reciente cara a cara le pidió a Pedro Sánchez que permitiera gobernar a la lista más votada, con aquel gesto teatral de solicitarle una firma, fue el mismo PP que pocos días después, primero en Extremadura y luego en Canarias, ha ignorado las listas más votadas conseguidas por el PSOE. Como para fiarse del PP.

También es diáfana la ristra de mentiras y datos falsos al estilo trumpista (la hemeroteca los tiene registrados) que Feijóo lanzó durante el embarrado debate en Antena3. No es falta de coherencia, es puro cinismo neocón.

Muchos nos hemos sentido decepcionados por la fría equidistancia esgrimida por González y Guerra en una situación que ya no permite equidistancias. Porque ahora no se trata de evitar la alternancia a favor del PP, esto sería lo de menos, se trata de evitar que Vox y su programa ultra se acabe instalando en el gobierno como envenenado caballo de Troya. Esta actitud fría y callada por parte de aquellos líderes que en estos días deberían estar en el frente de batalla… no es otra cosa que fuego amigo intencionado. Indignante y decepcionante.

Y ya acabando, ¿dónde está ahora aquel brillante periodista, Miguel Ángel Aguilar, azote de peperos, que escribió este contundente artículo titulado La lista de Acebes? Con toda esta información que tenía y tiene, ¿cómo no ha saltado al ruedo para poner luz sobre esas mezquinas acusaciones a Sánchez de connivencia con ETA?

Si los dioses no lo remedian, la connivencia la vamos a tener a partir de ahora con el fascismo que Vox va a ir inoculando, de manera progresiva, en las venas de este PP cada vez más radicalizado en su intento de combatirle, caldo de cultivo perfecto para que la contaminación avance. En las actitudes, gestos y discursos de quienes ya se consideran ganadores estamos empezando a vislumbrar la implantación de aquel grosero «muera la inteligencia». Sal gruesa, más que nunca manca finezza.

La hemeroteca, aunque a toro pasado, seguirá permitiéndonos analizar con seriedad el proceso de la Historia. Por lo menos, nos queda la hemeroteca.

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