tierra de nadie
Poco amor
Ignoro cuál es la diferencia entre el arsenal nuclear táctico y el estratégico, pero ni me detengo a averiguarlo porque me sé lo básico: que los dos matan al por mayor. El crimen minorista —el de tiro a tiro— es delito ya en casi todas partes. Ahora se mata y se muere al por mayor, y a eso no se le llama crimen, sino geoestrategia. Son víctimas de la geoestrategia tanto los civiles ucranianos bombardeados por Putin como los migrantes que se ahogan en el Mediterráneo sin que la ayuda llegue a tiempo. La geoestrategia no es pecado, de manera que nadie se arrepiente de ella como el Papa ha tenido que arrepentirse de la pederastia. «Dolor, vergüenza y consternación», ha dicho sentir ante los casos de jesuitas abusadores y violadores. Curiosamente, no ha nombrado la culpa, tan de la tradición cristiana.
En medio de todo este horror táctico o estratégico, vaya usted a saber, con el que uno se encuentra en las páginas de los periódicos, nos enteramos de que Shakira hizo aterrizar su avión privado en Barcelona para darle un beso a Piqué. Se lo dijo a la jueza que lleva sus problemas con Hacienda. Trataba de explicar que un beso no puede contar como un día de estancia en el país. Pero mucho nos tememos que incluso si le hubiera salido así de caro, la artista colombiana habría ordenado al piloto descender porque hablamos de una mujer poco calculadora. Ese beso debería declararse Patrimonio Inmaterial de la Humanidad porque es un beso sin geoestrategia, sin interés, es un beso gratuito, como la gracia. Shakira podría haber pactado hace meses con Hacienda y dejarse de líos, pero continúa luchando no por los millones que le piden, sino por el significado de los gestos heroicos provocados por el amor.
Hay poco amor en los telediarios, poco amor en la prensa. Incluso en la prensa del corazón hay poco amor, o ninguno, pues los besos se cobran a precio de oro, lo mismo que las bodas, los bautizos y los noviazgos. Las revistas del corazón son un burdel de fotos a todo color y titulares rosa. La hija o la nieta, ahora no caigo, de Ana Obregón es ya en sí misma una industria del porno que produce unos beneficios constantes sin apenas inversión. Ha nacido una geoestrategia del vientre de alquiler que produce «dolor, vergüenza y consternación». Esto no marcha.
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