Tribuna

China, el orden mundial y Europa

Lluís Ramis de Ayreflor

Lluís Ramis de Ayreflor

Al contrario de lo que algunos piensan, China no es un actor nuevo entre las potencias mundiales, ya que siempre lo ha sido, pero −como explicaba Cristina Manzano en el III Congreso Nacional de la Sociedad Civil−, ha tenido un paréntesis de 200 años de poco peso y ahora quiere recuperar su posición y, por lo tanto, reconfigurar este orden en el que es un uno de los actores principales ya. Y por ello exige su papel, ya que puede ser el primer actor en el futuro.

Para ponernos en situación: en 1980, el PIB de España era similar al de China, y en aquel año la Unión Europea actual representaba el 30% del PIB mundial. Hoy sólo supone el 15%, mientras que China ya representa el 18% del mismo.

Para que los europeos entendamos de qué estamos hablando en este momento y acabar con algunos mitos, decía Rodrigo Rato en el citado Congreso que ya son los primeros en patentes mundiales, de lo que se deduce que «el sólo copian no es real». 

China es el primer prestamista mundial, es el país que tiene más deuda de los otros países. El Fondo de Desarrollo chino para terceros países, es mayor que el del Banco Mundial, pero además es una apuesta a largo plazo para tener influencia, ya que el Banco Mundial o el F.M.I., si algún país no cumple sus obligaciones de devolución de préstamos, se les corta los fondos, mientras que los chinos siempre renuevan alargando plazos, por lo que tienen a estos países en su área de influencia.

Por otra parte, China es el principal productor de litio, por ello el resto de países dependemos de sus suministros para esta nueva fuente de energía vital en multitud de nuevos productos.

La apuesta por la nueva ruta de la seda está en una inversión 25 mil millones de dólares, entre los tres medios que han diseñado: terrestre, marítimo y tecnológico, es el proyecto de desarrollo económico transfronterizo mundial más importante que hay en el mundo.

Además, el yuan chino se ha convertido por primera vez, en el pasado mes de marzo, en la moneda más utilizada para pagos en operaciones transfronterizas (transacciones comerciales internacionales y de capital), superando por primera vez al dólar. Seguro que en el cómputo anual, el dólar aún será la moneda más empleada, pero en el futuro inmediato será un sistema basado en dos o tres monedas: yuan, dólar y tal vez euro. Ejemplo de ello es Argentina, que desde ya paga las importaciones chinas (mil millones de dólares anuales) en yuanes en vez de dólares.

Fernández Ordoñez (MAFO) defendía en el congreso citado, que la globalización es lo que produce competencia y crecimiento económico, y que el crecimiento sin inflación producido entre 2010 y 2020 ha sido gracias a ello, y especialmente a la producción china, que nos aporta más productos y más económicos a los países desarrollados. Añadía que el reto de Europa está en mantener la globalización para tener crecimiento y, así, atender nuestras políticas sociales y medio ambientales, por lo que no tenemos que renunciar a la globalización. 

El análisis económico no es el más importante, ni la pérdida de liderazgo de EE UU, sino las consecuencias de ello en el orden mundial, y me refiero en términos humanitarios.

Puede tener influencia en los modelos de estado que el liderazgo mundial esté en un país no democrático políticamente hablando. Puede tener influencia en la forma de ejercer el poder, pues que la primera potencia mundial sea autoritaria, puede crear una corriente de opinión de que es más eficiente. 

Sería un refuerzo para partidos políticos ultras, que quieren una parte pública autoritaria y potente, que esté por encima de las libertades individuales.

Sería posible censurar desde Europa a la primera potencia mundial, su falta de respeto a los derechos humanos o van a cambiar las reglas, ya que se puede imponer que el camino para el desarrollo más rápido es el modelo chino: autoritarismo con libertad de mercado.

Por lo tanto, que el orden mundial bascule hacia un sistema de liderazgo multilateral (China, EE UU, Rusia, UE) en las próximas décadas, puede ir produciendo cambios de enorme calado en la sociedad.

Esperemos que la Unión Europea sea capaz de entrar como potencia en este multilateralismo dirigente y aportar su peso en favor de la democracia y estado del bienestar.