LAS CUENTAS DE LA VIDA

Tentaciones electorales

Legislatura tras legislatura, crece la tentación del uso partidista del poder

Daniel Capó

Daniel Capó

Que la Unión Europea haya entrado de nuevo en la contienda electoral, como nos recordaba hace unos días el constitucionalista Josu de Miguel, no debería sorprendernos porque tampoco es la primera vez que ocurre. Ya sucedió con el gobierno de Rodríguez Zapatero, sometiéndolo a la fuerza (en aquella ocasión muchos atisbamos la condición de protectorado de España) y obligándole a bajar salarios y a congelar pensiones; y continuó después con los gobiernos de Rajoy, tras el inevitable rescate bancario. El ritmo, entonces marcado por el timbal alemán, seguía el compás de la austeridad. Poca broma tras el suspenso en la reválida del euro. España había perdido competitividad desde 2001 y la burbuja inmobiliaria había dejado un secarral donde antes se pensaba que florecería un vergel. No nos hemos recuperado aún de aquel crash sistémico que hizo de nosotros uno de los enfermos de Europa en lo económico, averiados institucionalmente y con peligrosos tics populistas en lo político.

Entre 2007 y 2023, muchas cosas han sucedido y muchas otras han cambiado. Una de ellas es el olvido de las ventajas de la austeridad. También ha cambiado el discurso alemán, que es el que rige en la Unión a pesar de sus constantes equivocaciones. El nuevo diktat es el gasto público: imprescindible –se supone– para superar el shock pandémico, e indispensable para el rearme militar y tecnológico del continente ante las amenazas geopolíticas que se vislumbran. Y la barra libre presupuestaria –como antes ocurría con el freno al gasto– lógicamente tiene un impacto directo sobre las expectativas electorales de los distintos partidos. Diríamos que aquellos que disponen del tomahawk de los presupuestos cuentan con una baza a su favor. Siempre ha sido así, pero en épocas expansivas aún más.

Como un prestidigitador, Sánchez va sacando de su chistera los regalos de campaña. Los guiños empezaron ya en Navidad con la subida de las pensiones y prosigue a diario con noticias de uno u de otro signo. Las últimas tienen que ver con la movilización de viviendas de la Sareb y el anuncio de nuevas promociones de pisos de protección oficial. Por si quedaba alguna duda del uso de las palancas del poder, Sánchez iniciará la campaña de las autonómicas y municipales en Washington, junto al presidente de los Estados Unidos.

Lo más peligroso en economía, explicaba Rogoff, consiste en afirmar que «esta vez sí es distinto». Quizás lo sea, pero tengo mis dudas. Las facturas habrá que pagarlas algún día –quizás más pronto que tarde– y, si el gasto público no ha logrado incrementar la productividad, el país saldrá empobrecido de la actual expansión presupuestaria. E institucionalmente me temo que sucederá lo mismo. Cuando nos acostumbramos a saltarnos las normas no escritas del fair play entre los partidos, las consecuencias nunca pueden ser buenas. Las campañas masivas de publicidad, el uso de la política internacional, la presión sobre los actores económicos etc., etc.: todo ello conduce a ensanchar el foso de desconfianza entre los partidos y, en definitiva, en el conjunto de la sociedad. Y así se afianza la peligrosa tentación de que cada gobierno –sea del signo que sea– utilice para sus intereses, cada vez con mayor descaro, las herramientas que le concede el poder. En cierto modo, ya estamos en ello.

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