La culturade la propiedad

Ilustración: La culturade la propiedad.

Ilustración: La culturade la propiedad. / Ingimage

Carmen Lumbierres

Carmen Lumbierres

Hay relatos que se cuelan como mantras entre nosotros estén ajustados o no a los datos, pero que años de conversaciones públicas hacen que modifiquen lentamente nuestra percepción. En la lentitud y la modulación está el éxito de aceptar la atención sanitaria privada como más eficiente, y los seguros médicos han crecido tanto que hasta comparten lista de espera como en la pública y la restricción de su cartera de servicios es cada vez más evidente. Claro que las dificultades en la sanidad pública hacen buscar soluciones particulares a problemas individuales, pero aún antes de este embudo, tener una mutualidad privada era sinónimo de estatus.

Décadas de inacción en la construcción de vivienda pública en todas las comunidades autónomas con todos los gobiernos y el problema del acceso a la vivienda en los jóvenes para algunos es que en España tenemos una cultura de la propiedad mucho más elevada que en el resto de Europa. Pero ¿saben lo que no tenemos? Una oferta de alquiler ni remotamente parecida a la media europea, una competencia de mercado que rebaje los precios infladísimos no sólo en las grandes ciudades, ni una regulación que frene el abuso de entregar avales hasta para una tercera generación.

Ilustración: La culturade la propiedad.

Ilustración: La culturade la propiedad. / Ingimage

En lugar de aterrizar en lugares comunes que eximen de responsabilidad a los que la tienen, e indignan todavía más a esas personas que se ven obligadas a compartir piso o a alquilar en solitario si estás dispuesto a dedicar el 80% de tu sueldo y comer de la caridad familiar, el planteamiento debería ser poliédrico atendiendo a la creciente concentración de la propiedad inmobiliaria en pocas manos, la expansión imparable de Airbnb que tras la pandemia ha vuelto de donde partimos. No sé si salimos mejores, sí sé que la rentabilidad económica sigue siendo el motor de funcionamiento de nuestra sociedad, y ni la seguridad ni la incertidumbre de posibles crisis modifica el cuanto más y más rápido, mejor.

En esta brecha social que no hace sino mantenerse inalterable por mucha inversión social que se esté produciendo, la posibilidad de ser propietario por herencia o por disponibilidad familiar determina el futuro de unos jóvenes con respecto a otros. No hablo de unos privilegiados frente al grueso de la clase trabajadora, que en un pasado no tan lejano podían hacerse con una vivienda, cada uno según sus posibilidades, pero bajo techo. Ahora la inmensa mayoría no puede ni plantearse hacerse propietario de nada que no sea un bien consumible, y aquellos tocados por el azar que pueden hacerlo lo destinan a la compra, como haríamos usted y yo, porque el negocio inmobiliario se levanta una y otra vez después de la crisis cíclicas.

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