TRIBUNA

Los nuevos alimentos saludables y sostenibles en la transición verde y biotecnologíca

Andreu Palou

Andreu Palou

Los «nuevos alimentos» (Novel Foods) se definen en la legislación europea como alimentos no consumidos significativamente antes del 15 de mayo de 1997 en ningún país de la UE. Pueden ser alimentos producidos con nuevas tecnologías y procesos, alimentos con ingredientes de reciente creación (más allá de combinaciones de los ya consumidos) o alimentos tradicionales de terceros países que aspiren a comercializarse en Europa. Para ser autorizados deben superar una evaluación científica muy rigurosa (toxicológica y nutricional) que, aparte de constituir una barrera comercial, protege la salud del consumidor europeo.

Esta legislación se implementó en 1998, en una Europa muy impactada por las crisis alimentarias, destacando el «mal de las vacas locas» que supuso millones de reses sacrificadas y, aunque los casos de humanos afectados fueron «sólo» unos pocos centenares, se tardó en reconocer el problema y se generalizó la desconfianza. Se trataba de un mecanismo infeccioso, inexplorado e inquietante (los priones, proteinas con propiedades de plegamiento anómalo trasmisibles a otras proteínas), con la incertidumbre de una enfermedad (la nueva variante de encefalopatía espongiforme de Creutzfeldt-Jakob) que debuta tras años de incubación, en un proceso neurodegenerativo irremediablemente mortal, causado por comer carne de res infectada. La revolución en los sistemas de regulación y control político y técnico de los alimentos fue imparable, como explicamos en El asesoramiento científico a propósito de las ‘vacas locas’ (publicado en El País), destacando que el análisis científico independiente debe ser la base de las decisiones políticas frente a las crisis: «se renovaron los procedimientos para asegurar los principios de excelencia, independencia y transparencia en el reclutamiento de científicos y expertos a todos los niveles; se establecieron medidas que obligan a los científicos a declarar (periódicamente y al iniciar cada reunión) cualquier conflicto de intereses que pudiera menoscabar su independencia...». Se consolidaba un sistema en el que la decisión final corresponde a los gestores/responsables políticos, asumiendo incertidumbres y limitaciones (técnicas, culturales, económicas, etc.), sí, pero descansando en un análisis científico, independiente y transparente (disponible en internet y comunicado profesionalmente) previo a cualquier decisión política. Es la renovada disciplina de «análisis de riesgos», más allá de la gestión a posteriori de los daños. Algunos pensábamos, equivocadamente (vistas la pandemia y la crisis climática), que este sistema se extendería rápidamente a otros ámbitos, más allá de la alimentación.

Nuestro interés por la evaluación científica de riesgos y su comunicación y gestión (y así en los ‘Nuevos Alimentos’) se remonta a las crisis de entonces, cuando, en noviembre de 1997 me incorporé al renovado Comité Científico de la Alimentación Humana de la CE, continuando después en el Panel científico de la EFSA (Autoridad Europea en Seguridad Alimentaria) que en 2003 absorbió los anteriores comités. Entre los primeros «nuevos alimentos» autorizados están las conocidas bebidas lácteas conteniendo esteroles vegetales, para reducir el colesterol sanguíneo. Entre los más recientes encontramos cuatro insectos (sus formas congeladas, desecadas y en polvo) como fuente de proteínas y otros nutrientes: larvas del gusano de la harina (Tenebrio molitor) y del escarabajo del estiércol (Alphitobius diaperionus); langosta migratoria (Locusta migratoria); y grillo doméstico (Acheta domesticus). La amplia variedad va desde frutas exóticas a ingredientes sintéticos y nuevas fuentes de vitaminas, pasando por productos agrícolas de terceros países; nuevos procesos de producción, nanotecnología, etc., pero, globalmente, los «nuevos alimentos» marcan una evolución hacia la salud y la sostenibilidad y, con los próximos avances en cultivos tisulares, a partir de células vegetales y animales (‘carne’ cultivada), se alcanzarán cotas máximas de respeto al medio natural. Son los nuevos alimentos saludables y sostenibles para todo el mundo, aunque en Europa el freno a la Biotecnología continúa siendo una rémora. Recordemos que el problema más candente entre los «nuevos alimentos» hace 25 años era, precisamente, el de los ‘transgénicos’ (alimentos Frankenstein, como decían sus detractores) y la legislación se había hecho pensando en ellos. En concreto, en 1988 tuvimos sobre la mesa una variedad de tomate (Flavr Savr) al que se le había insertado un gen anti-sentido que anula el gen de la poligalacturonasa (una enzima que degrada las paredes celulares al madurar la fruta) reduciendo así su deterioro por infecciones. No llegó a funcionar comercialmente como tomate fresco (era más caro y se ablandaba casi igual que otras variedades) pero interesaba su puré o pasta enlatada (20% más barata que las existentes) y la empresa Seneca llegó a vender dos millones de latas en el Reino Unido hasta que las fake news, generadas por un ecologismo malentendido, las expulsó del mercado. Ahora, 25 años después, la polémica populista sobre estos temas aún persiste en Europa, a pesar de que ninguno de los alimentos transgénicos consumidos en muchos países ha causado el más mínimo daño a la salud.

Afortunadamente, la situación no es igual en todo el planeta, pues Asia y América no frenan los desarrollos biotecnológicos. Interesantemente, el Pacto Verde (Green Deal) en Europa, supondrá triplicar el espacio dedicado a agricultura ecológica (hasta el 25% de la tierra agrícola de la UE, en 2030) y su mayor biodiversidad aumentará la resiliencia del sistema. Sí, pero sin Biotecnología puede resultar inviable compensar el impacto negativo de convertir más espacios naturales en agrícolas. La Biotecnología, de modo análogo al éxito en tiempo récord de las nuevas vacunas ARN frente a la pandemia, podrá aportar soluciones a la urgente transición verde, sobre todo de la mano de la tecnología CRISPR/Cas9, la herramienta molecular, de bajo coste y manejo relativamente fácil, que posibilita «editar» o «corregir» el genoma de cualquier célula, adaptándola a nuevas exigencias; algo así como unas tijeras moleculares capaces de cortar (y reeditar) cualquier molécula de ADN de forma precisa y controlada. Confiemos en un ecologismo reconciliado con la Biotecnología.