Los dueños de la ciudad

Miguel Vicens

Miguel Vicens

Atres meses de las elecciones municipales en Palma, los candidatos se han lanzado a la calle a ganarse el voto de los indecisos, asegurarse el de los que creen fieles y a seducir con la cercanía del cara a cara a los que nunca antes habían pensado en ellos como opción política. Visitan cada día locales de asociaciones de vecinos, agrupaciones de la tercera edad de las que desconocían hasta su existencia e incluso clubes deportivos con mucho arraigo vecinal, convencidos en la vorágine del maratón electoral de que todavía no está todo decidido y que Palma tiene que ganarse también barrio a barrio, donde la política municipal es un autobús que siempre pasa lleno, el cierre de la última sucursal bancaria, la falta de plazas de aparcamiento por las obras o el ruido del bar de la esquina.

A pie de calle no valen discursos genéricos: «La vivienda pública será uno de los pilares de nuestro próximo mandato». Hay que concretar, añadir dónde y cuándo y, acto seguido, visitar con los vecinos el solar donde se levantará el edificio de pisos protegidos, la nueva zona verde o el centro de salud, con un esbozo del proyecto y los plazos de construcción. Por este motivo, incluso en las fotos que distribuyen los partidos con grupos de ciudadanos o comerciantes, a veces se ve a los candidatos torcer el gesto.

También hay barrios, cada vez más, que ya no podrán visitar por falta de interlocutores,, porque el tejido asociativo ha sido dinamitado o está en vías de desaparecer, sustituido por una comunidad de visitantes de temporada de alto poder adquisitivo y Visa Gold. Son los nuevos dueños de Palma que no generan riqueza, ni trabajo, ni tampoco pagan impuestos, pero que se han encontrado con una ciudad hecha a su medida, gracias a años de pasividad municipal y especulación inmobiliaria.

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