Opinión | PENSAMIENTOS

Cómo no te voy a querer

No, no voy a hablar de fútbol, algo de lo que, por otro lado, poco entiendo. A mí me enseñaron a amar la Constitución, a finales de los 80 o principios de los 90, un grupo de fiscales, abogados y magistrados aglutinados en torno a la Asociación de Juristas de las Islas Baleares (AJIB).

Estos togados, de tendencia progresista, se solían reunir, allá por el 6 de diciembre, para organizar algún acto divulgativo en torno a la Ley de Leyes. Después se iban de cena. La efeméride me parecía una simple excusa para irse de juerga y un rollo de juristas aburridos. Cuan errado estaba.

Con el tiempo, y la edad, comprendí lo valioso que era aquel cuerpo legal, que hasta entonces había ninguneado. Mis maestros fueron el fiscal Ladislao Roig, el juez Guillermo Vidal y los abogados Ignasi Ribas, Ascensión Joaniquet y Josep Maria Costa, entre otros. Roig también me inoculó dos verdades: la Constitución lo impregna todo y cada día hay que luchar por ella.

La Carta Magna es como el oxígeno: algo vital para que la sociedad democrática respire y se desarrolle. Sin ella nos asfixiaríamos muy pronto, como se ahogaron tantos antepasados nuestros en los siglos XIX y XX.

Cuando los que pintamos canas votamos en el Referéndum Nacional del 6 de diciembre de 1978 sobre aquella Norma que eliminaba de un plumazo las tenebrosas Leyes Fundamentales del Movimiento, no sabíamos casi nada de constitucionalismo. Ni de libertad. La mayoría de los españoles, no obstante, dio su voto favorable al nuevo ordenamiento que, para nuestra bendición, está a punto de cumplir 42 años. Para ilustrarnos el Gobierno editó millones de folletos. Eran unos cuadernitos de color amarillo-oro, con tipografía en marrón oscuro y que en Baleares eran más gruesos que en Madrid, al estar redactados en castellano y catalán. Más no entendíamos casi nada por aquellos días.

Durante mis años de profesor de Periodismo en el Centro Alberta Giménez traté, pese a las limitaciones de tiempo, de transmitir a los alumnos la importancia de la Ley de Leyes. Siempre he pensado que habría que crear una asignatura de «Constitución Aplicada» e impartirla incluso en la ESO. En esta materia habría que huir de aburridas terminologías legales y enseñar a los jóvenes que si, por ejemplo, se puede escribir y leer este artículo es por el derecho a la información. También sabrían cosas como que el derecho a la igualdad ante la Ley prohíbe la marginación de las personas por razón de nacimiento, raza, sexo, religión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

Cuantos sufrimientos, males y problemas se evitarían si se cumpliese la Constitución o, al menos, no se pasara de ella olímpicamente. Muchos están contentos, pero otros abominan de la Carta Magna que, pese a todo, los ampara. Algunos quieren separarse de España; otros odian la Monarquía constitucional y sueñan con la Tercera República; los de más allá preferirían artículos constitucionales de tinte comunista; y también los hay a los que les gustaría volver a una dictadura de derechas. Cómo no te voy a querer, digo yo.

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