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Martí Saballs

Vuelta al cole: Los retos del nuevo curso

Martí Saballs

Competencia en extraescolares

Ballet, natación, baloncesto, gimnasia, dibujo, canto, música, inglés, chino, patinaje, papiroflexia... Sume a estas actividades, cientos más entre cualquier tipo de opción, las habituales clases de refuerzo o de logopedia. Tras las jornadas diarias en la escuela, empieza una auténtica hazaña logística y económica por parte de padres y familiares dispuestos a lograr hijos felizmente preparados: el cautivo de las extraescolares. Las clases particulares ya no son para quienes suspendían. Por un lado, son la demostración de que la educación que dan las escuelas no es suficiente; por otro lado, una fórmula que usamos los padres para aparcar a los hijos durante las tardes, porque no les queda más remedio.

A estas extraescolares, como indica el filósofo Gregorio Luri, hay que agregar otro esfuerzo familiar que apenas existía hace una generación. El gasto en cultura que los padres destinamos para los hijos: libros, cine, teatro, circo, museos, música... Desde ir a los grandes teatros de ópera, con ofertas especiales para los pequeños, hasta viajes culturales para conocer mejor ciudades y países. «Es la educación en la sombra. Vivimos en un mundo donde el conocimiento es la principal fuente de riqueza», afirma Luri. Así, las familias que pueden viajar en vacaciones con sus hijos a recorrer ciudades como Roma, ver los castillos del Loira o pasear por la Alhambra de Granada, la Giralda de Sevilla o la mezquita de Córdoba, aprenden mucho más de estos lugares y sus culturas que las clases que les puedan dar hoy en el colegio. En estos se enseña antes cuál es el monte más alto de la comarca donde se vive que la localización del Everest en la cordillera del Himalaya. Una madre se quejaba amargamente que a su hija mayor -14 años- aún no le han enseñado las provincias de España; por no hablar de los países de Europa. «Las escuelas han perdido el aire sacramental que tenían en el pasado. Los padres acuden al mercado para que sus hijos aprendan más», dice Luri. Los padres, ya no los maestros, son quienes deciden desde temprana edad de sus hijos cuáles son las facultades que estos deben desarrollar. Una misión que puede acabar, según como se dirija, en un alto grado de frustración por parte de todos si no se alcanzan los resultados deseados. Peor en medio del trajín diario: los niños acaban el día con la cabeza como un bombo, ansiosos o agotados.

Los cambios que se están gestando en la educación infantil no son un caso excepcional español. También afecta a nivel internacional. Precipita el aumento de las desigualdades, empeorando uno de los mayores logros que hubo en nuestra sociedad: el ascensor social. «En los años 70 no había prácticamente diferencias de clase social en el tiempo en que los padres pasaban hablando, leyendo y jugando con sus niños pequeños. Ahora los niños hijos de padres que han pasado por la universidad reciben un 50% más de atención», decía la publicación inglesa The Economist.

A falta de que el ministerio de Educación dé a conocer las cifras de este curso, en el último ejercicio (2021-2022) hubo en España 4,4 millones de niños en educación infantil y primaria más 2 millones en ESO. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) cifra en 2.186 euros por hijo el gasto medio escolar anual. Desde los 1.000 euros en colegio público a los casi 7.000 en privado. A esto hay que sumar la educación extraescolar en el sentido más amplio. Desgraciadamente, la línea de salida ya no es la misma para todos.

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