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Inma Sust

Síndrome de la cara vacía

Dos años esperando el momento en que nos podamos quitar la mascarilla y resulta que ahora algunos no pueden vivir sin ella. Un claro ejemplo de cómo los seres humanos nos adaptamos a los malos momentos y a las crisis. No nos queda otra. Amar lo que no puedes cambiar y te fastidia es una buena manera de plantarle cara al dolor. De nada sirve enfadarse con lo que es inmutable. Durante toda la pandemia, las personas que lo llevaron peor fueron los antivacunas y los antimascarillas. Su rabia era tal que ahora deben estar levitando. Pero la mayoría decidimos que era de sentido común adaptarse. Mascarillas de colores, de tela o con estampados de Frida Kahlo. Buscar un bonito diseño y a lucirla. Luego, a pensar en todo lo que nos ahorramos. Adiós al maquillaje, la depilación del bigote y el aliento de los desconocidos. Pero claro, yo hablo por mí, que tengo una edad. Luego están esos adolescentes que llevan dos años sin mostrar su verdadera cara a sus compañeros de colegio. Solo se ven a través de TikTok o Instagram con mil capas de filtros. Yo creo que ni ellos mismos se reconocen cuando se miran al espejo. Ahora ha llegado la hora de la verdad. Fuera máscaras y a enseñar su verdadero rostro sin filtros. Y el resultado es que están todos absolutamente perdidos y desorientados. Lo llaman el síndrome de la cara vacía. Ante esa ansiedad que sufren los adolescentes al salir de casa con la cara descubierta, igual podríamos aprovechar la ocasión para reflexionar sobre los filtros de Instagram y otras aplicaciones. Esa necesidad de no ser nosotros para poder comunicarnos con libertad en las redes y sentirnos aceptados. ¿Habéis visto el ultimo vídeo de Madonna? No se parece ni a ella misma. Se ha convertido en un avatar. Les diría a esos adolescentes que abracen el síndrome de la cara vacía y que aprendan la lección. No hay mayor poder que el de ser uno mismo y, si no lo haces, acabarás como la reina del pop, que ahora es la reina del meme. Ya lo decía Oscar Wilde: «El hombre no es él mismo cuando habla en su propia persona. Dadle una máscara y te dirá la verdad».

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