El deseo más repetido en los brindis de celebración de la llegada del nuevo año en todos los hogares del mundo fue una vez más el del fin de la pandemia. El virus sigue condicionando nuestra vida personal y comunitaria, amenaza la recuperación económica y lastra la urgente resolución de viejos problemas, como el cambio climático o la expansión de la desigualdad y la pobreza. Sentimos fatiga ante el déjà vu, ante la sensación de vivir en bucle con horizontes de superación que se van posponiendo según la caprichosa estela de las mutaciones del coronavirus. La última, ómicron, menos letal, pero más expansiva, ha amargado la Nit de Cap d’Any a la Europa vacunada, con todos los países, salvo Rumanía, en riesgo alto o máximo. Aquí la nueva variante se ha impuesto en tiempo récord y ha vuelto a tensionar el sistema sanitario, especialmente en la desbordada Atención Primaria, ha disparado las bajas en las empresas, y se ha acusado en las fiestas familiares, con ausencias por contagio o contactos directos en mesas castigadas por otro factor, la creciente carestía de la vida. La inflación desbocada por los precios de la energía y su efecto dominó sobre los bienes y servicios merma el bienestar de los ciudadanos, que ven subir el coste de la vida muy por encima de los salarios. El IPC cierra el año en el 6,7% y todo apunta a que seguirá subiendo, al menos en el próximo semestre.

En su discurso de fin de año, Francina Armengol trasladó a la ciudadanía un mensaje de esperanza e hizo un llamamiento a la unidad de acción para superar juntos las dificultades. Desde el renovado Teatro de Inca, la presidenta auguró que 2022 será «el de la normalidad real». Tras apelar a la prudencia «porque el virus sigue entre nosotros», la líder socialista situó a las islas en la «vanguardia mundial», gracias a los altos índices de vacunación -que reconoció como «éxito colectivo»-, a la estabilidad política y al diálogo permanente con los agentes sociales, que ha permitido alumbrar dos planes de gran calado: el de recuperación, que ha colocado a Balears a la cabeza de creación de empleo y caída del paro, y el de modernización que se ejecutará con los fondos europeos. Para la popular Marga Prohens, Armengol «está desconectada de la calle», le «sobró teatro y le faltó realismo»; mientras que para Patricia Guasp, de Ciudadanos, en sus palabras «faltó autocrítica», especialmente, ante las escenas de caos vividas durante la gestión de la sexta ola.

Fuera del ámbito político, tanto como el virus, fatiga la disputa política estéril. Se respira un ambiente contenido y la inmensa mayoría exige liderazgos audaces que resuelvan problemas reales. Se han frustrado muchas de las expectativas de la campaña navideña y se confía en la progresiva domesticación del virus, fijando ese nuevo horizonte de despegue a partir de la Semana Santa. Sin duda, 2022 va a ser un año clave, que seguirá poniendo a prueba nuestra lastimada capacidad de resistencia, pero que también nos brinda la oportunidad de aprovechar con habilidad y responsabilidad los extraordinarios estímulos públicos en marcha.