Hace unos días, durante la prueba de hípica, dentro de la disciplina olímpica de pentatlón moderno que se disputaba en Tokio, el caballo llamado Saint Boy se bloqueó, negándose a obedecer las órdenes de su jinete, la alemana Annika Schleu, de 31 años de edad. Puede comprobarse en el vídeo que circula por las redes como Schleu, en visible estado de frustración, golpea repetidamente al animal con su fusta mientras es observada de cerca por su entrenadora, la también alemana Kim Raisner, que termina propinándole un puñetazo al caballo. Como consecuencia de su acción, la entrenadora fue descalificada por la organización.

Mucho se ha hablado estos días sobre ese acto de maltrato. Pero quizá estamos obviando algo más relevante: que la espontaneidad con que actuaron ambas mujeres al golpear al caballo, da muestra de lo habitual de ese tipo de acciones durante los entrenamientos de los animales en esos mal llamados deportes. Y que lo único que ha permitido que se sirva la polémica es el hecho de que en esta ocasión quienes propinaban el castigo no repararon, dado su estado de nervios ante lo que se jugaban en la competición, en que se encontraban ante las cámaras y televisiones de medio mundo.

Dicho de otro modo: ¿Cuál será el grado de maltrato y sufrimiento al que son habitualmente sometidos tales animales -especialmente en esos niveles de competición- para que den el máximo de su esfuerzo en beneficio de sus jinetes y entrenadores? Y, concretamente, si pudimos ver eso ante las cámaras, ¿qué «correctivo» le aplicarían al pobre e inocente Saint Boy (y a otros muchos como él) posteriormente, una vez fuera del campo de visión de público y televisiones, ya en la privacidad de su cuadra?

¿Creen que exagero? Pues, solo un apunte: recuerden el Caso Sorky, el caballo muerto a golpes hace sólo ocho años en las cuadras del Hipódromo de Manacor (Mallorca) después de haber sido descalificado en una carrera de Trot (de ésas en las que se apuesta dinero contante y sonante). Por cierto, ¿creen que es fácil y rápido matar a golpes a un caballo joven de 500 quilos de peso? Hagan un esfuerzo de imaginación y empatía.

Todo esto me lleva al meollo de la cuestión: ¿es lícito utilizar a animales con capacidad de sentir y sufrir, en pruebas y actividades para beneficio humano, sometiendo y obligando a aquellos a esfuerzos al límite de sus posibilidades, exigiéndoles cada vez más? Y no pregunto si es lícito desde el punto de vista legal (que, lamentablemente, todavía lo es), sino si es lícito moralmente, y en nombre de la evolución y la civilización humanas.

Y lo más hipócrita: ¿cómo podemos seguir llamando «deporte» a esas actividades de explotación? He practicado deporte toda mi vida, y «deporte» es sinónimo de esfuerzo voluntario y personal en noble competición frente a otros o frente a uno mismo. ¿Qué tiene de noble obligar a un animal a competir como un esclavo? ¿Qué tiene de esfuerzo personal, desde un punto de vista «deportivo», explotar a esos animales para beneficio humano?

Llevamos muchos siglos utilizando a los animales, que domesticamos, en nuestro provecho. Quizá hubo un tiempo -todo hay que verlo en perspectiva histórica- en que fue necesario para nuestra evolución social, no voy a discutirlo. Pero esa necesidad se ha ido reduciendo al mínimo, gracias a la revolución industrial y a las tecnologías, desde hace más de cien años.

No hay excusa: seguimos explotando a los animales no humanos por simple diversión. Algo que nos retrata como la peor especie del planeta. Debemos dar ya un giro a esta situación. Y no estaría mal hacerlo también desde organismos como el Comité Olímpico Internacional, en el que predominan (en teoría) aquellos países cuyos ciudadanos están más concienciados por el problema del maltrato a los animales.

No esperemos a darnos por enterados de este tipo de abusos y maltrato a animales porque haya dado la casualidad de que las cámaras estuvieran en el lugar y en el momento adecuados para difundirlos.

Ya sé que «ojos que no ven, corazón que no siente». Pero mientras nosotros, los humanos, no sentimos los golpes y el castigo propinados a los animales, estos sí lo hacen. Aunque se lleve a cabo de forma oculta.

(Por cierto, hablando de caballos maltratados: hace unos días una ciudadana de Mallorca denunció ante la Conselleria de Agricultura del Govern Balear que unos caballos que se encuentran en una finca cercana al Hipódromo de Palma -¿otra vez topamos con el «deporte»?- están todo el día al sol, a temperaturas de esos casi 40ºC que «disfrutamos» en agosto, y sin un triste ni mínimo sombrajo en el que cobijarse. Pues bien, al parecer, la respuesta de la Conselleria ha sido que el asunto «no les compete». Curiosa respuesta, dado que el Govern Balear tiene transferida la competencia legal de Protección Animal y es, precisamente, el garante de que se cumpla la Ley de Bienestar Animal de Balears. ¿Hasta cuándo tanta desidia? Mientras tanto, esos caballos siguen al sol y sin cobijo, ¿esperamos a que fallezca alguno y salga en la prensa? tic tac, tic tac…).