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Miguel Vicents

Esa alegría de vivir

Leo en un anuncio del Govern que los ciudadanos de Balears ya pueden solicitar la eutanasia. Y el mismo día escucho al doctor Javier Arranz, el epidemiólogo de guardia de la conselleria de Salud, afirmar que «tenemos que parar esta alegría de vivir desenfrenada». Y aunque soy poco dado a los ataques de frenesí, decido posponer por ahora la cita que me propone el Ejecutivo de Armengol para que planifique el postrero viaje y también la invitación a la tristeza del intérprete oficial del coronavirus. No es que no crea en la muerte y en los beneficios de cierta melancolía. Pero, por ahora, digamos que esperaré a ver qué pasa mientras voy negociando prórrogas. Ustedes me perdonarán el arrebato de vitalidad. Tengo recados pendientes. Y sinceramente prefiero agarrarme a ellos y optar a otras convocatorias online del Govern que me parecen menos definitivas, si no llego tarde a todas ellas. Mi favorita son los bonos turísticos para que los residentes podamos viajar entre islas con una ayuda pública de 100 euros, a condición de que el alojamiento se realice en un establecimiento reglado en una isla que no sea la de residencia. Siento cierta debilidad por iniciativas tan generosas con cargo a los presupuestos. Veo en ellas esa «alegría de vivir» que criticaba Javier Arranz . Éxito apabullante de convocatoria y un muy considerable beneficio publicitario para el Govern y también para el Consell, que igualmente lanzó su versión insular de los bonos. Era el único objetivo, el beneficio propio. El impacto de esa inversión en la recuperación del sector turístico es otra cosa muy diferente. Y quizá a las administraciones públicas les vendría bien un epidemiólogo de guardia para atemperar esas alegrías presupuestarias en un tiempo con demasiadas prioridades desatendidas que también matan, pero no preguntan ni cuándo ni cómo.

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