Me han comentado varias personas que ahora que trabajan desde casa siguen sin poder lograr conciliar. Esta afirmación no me sorprende en absoluto, porque seguimos confundiendo lo que el concepto significa. La conciliación no está relacionada con acabar de trabajar a las cinco de la tarde, o reducir la jornada laboral, sino lograr un mayor control sobre el trabajo, el estrés y el disfrute de la vida personal.

Alcanzar este objetivo se ha convertido en una prioridad para la mayoría de profesionales y organizaciones. Éstas buscan retener talento y saben que uno de los elementos clave para conseguirlo es que adquieran un mayor compromiso, algo que se consigue cuando los trabajadores consiguen un equilibrio de las energías físicas y emocionales.

La llegada del coronavirus ha supuesto un deterioro en el estado emocional de muchos equipos y estas cuestiones ahora están sobre la mesa de las prioridades de muchos CEO y directores de personas. Una cuestión está muy alineada con un estudio publicado por Eurofound, el cual expone que el aumento del teletrabajo durante la pandemia ha puesto de relieve el desenfoque de las líneas entre el trabajo y la vida privada.

Empezamos a ver como hay muchos equipos «algo agotados» mientras muchos líderes empiezan también a estarlo, una tormenta perfecta. El cuidado de las energías es más clave que nunca, lo cual pasa por una verdadera conciliación.

Será fundamental que los gobiernos y los interlocutores sociales introduzcan iniciativas de derecho a desconectar para evitar que grandes segmentos de trabajadores se arriesguen a un agotamiento físico y emocional.

No obstante, el que quiera conciliar deberá trabajar en un proceso de cambio que pasa por un esfuerzo de las compañías pero también de los individuos que debemos hacernos algunas reflexiones iniciales.

Por ejemplo, cuánto tiempo dedicamos a la semana a reflexionar sobre cómo organizarnos, cuánto tiempo invertimos en planificar las actividades personales o aprender sobre las claves de organización personal. Se tratará de arrancar un proceso de mejora paulatina con algunas exigencias y esfuerzos necesarios.

En primer lugar, debemos mentalizarnos que este avance supondrá un cambio en nuestra forma de trabajo. Un esfuerzo que requiere eliminar muchos malos hábitos como la consulta compulsiva del email, perder tiempo con el WhatsApp, o no trabajar con mayor intensidad en lo realmente prioritario.

Será importante invertir tiempo en aprender sobre las claves de la organización personal. Pretendemos mejorar en algo tan importante como esto sin invertir tiempo en aprender sobre ello. Libros, seminarios y consultas a expertos pueden ser de gran ayuda, algo que será un elemento de diferenciación profesional en el futuro.

Es importante diferenciar los horarios de trabajo de los que son personales, creando una rutina de tiempos, como si se trataran del horario de oficinas, con sus horas de comienzo y finalización, descansos y hora de comida, para que no terminen entremezclados, sin ser efectivo en ninguna faceta.

Dedicar tiempo a ver cómo evoluciona esta metodología será de vital importancia. La transición requerirá reflexiones individuales e incluso en familia cada cierto tiempo. Jamás habíamos tenido las cosas tan favorables para lograr conciliar gracias a poder combinar el trabajo en remoto con el presencial, pero no podemos pretender milagros.