La decisión adoptada el viernes por Alemania, en el sentido de incluir a Balears entre las "zonas de riesgo" por contagio de la Covid-19, supone la puntilla definitiva que acaba con la temporada turística. Con la advertencia de una "Palma particularmente afectada" la amenaza de someterse a un PCR obligatorio al regreso y a un periodo de cuarentena si el resultado es positivo, ya no queda margen para las vacaciones de los germanos en este archipiélago y aún menos cuando permanece la opción del competidor Canarias que ha logrado liberarse del veto alemán. TUI inicia una semana de repatriaciones de sus clientes en Balears. De nada han servido aquellos corredores seguros establecidos en el mes de junio que debían ser el espolón para salvar la temporada.

Parece como si esta semana todos los males se hubieran cebado con nuestras islas. El cierre del vital mercado alemán se suma a la cuarentena anterior impuesta por el Reino Unido, pero, además, ocurre en unos días en los que la situación epidemiológica de Balears ha empeorado sin apenas atenuantes y cuando el presidente Pedro Sánchez, tras su despacho veraniego anual con Felipe VI, ha vuelto a pasar de puntillas sobre la realidad social y económica de la tierra que pisaba. Resulta descorazonador que ni siquiera se haya oído un lamento del Govern de Francina Armengol ante la permanente evasiva del Ejecutivo estatal al referirse. a Balears.

Los ERTE permanecen a expensas de futuras negociaciones y hasta el descuento aéreo para residentes vuelve a ser zarandeado después de unos informes de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal nada realistas con la respecto a la insularidad y las necesidades de movilidad de quienes no tienen más opción que el barco o el avión para desplazarse.

Las restricciones de Alemania tendrán consecuencias inmediatas, como indican los hoteleros, al igual que ya las tuvieron las del Reino Unido, pero ambas juntas nos abocan y estancan en un callejón de salida muy compleja. El Govern ha dicho que "trabaja para levantar las restricciones", pero, a día de hoy y con el calendario avanzado en contra, ésta parece una mera declaración de intenciones, casi una confesión de impotencia, que necesita ser útil como llamada a la unificación de esfuerzos, al trabajo conjunto y la aceptación de colaboración por parte de todos los agentes sociales y políticos. El invierno será duro y precario, se presenta repleto de interrogantes.

La pandemia avanza de modo irreductible, aunque con una virulencia menor. Los profesionales de la sanidad han vuelto a quejarse esta semana de su precariedad y agobio laboral, el Govern está a punto de confirmar nuevas restricciones de comportamiento social.

Con este panorama todo se vuelve más incierto. Hasta el ya inminente curso escolar, en el que las familias y los alumnos necesitan presencia en las aulas, permanece en el candelero. Está claro que un nuevo confinamiento general se ha vuelto inviable en lo económico y probablemente también en lo social, pero en modo alguno se puede bajar la guardia. No queda más remedio que aprender la lección del coronavirus: medidas de choque para atravesar el invierno, pero también actuaciones a medio plazo para diversificar la economía y no volver a quedar a la intemperie de una crisis sanitaria.