El otro día un arquitecto mallorquín me contaba que a mediados de agosto voló a Venecia para subirse allí a un crucero, y que lo que más le había gustado del viaje fue la salida por el Gran Cana,l pues casi se pueden tocar los edificios con las manos. El resto fueron recuerdos de bastantes colas tanto en el barco como en las visitas turísticas de las otras ciudades.

Lo cierto es, sin embargo, que hizo el viaje con toda su familia, dos cabinas triples y una doble. Precios asequibles. La familia permaneció unida pues del barco nadie se escapa. Sin discusiones sobre lo que se iba a hacer al día siguiente ya que el programa de viaje está definido de antemano. No hay que cocinar, en el barco hay buffet a todas horas. El mar en calma es mejor que una autopista. Te olvidas de los problemas domésticos diarios que tendrías si invitaras a pasar una semana a tus hijos y a tus nietos en tu casa. A bordo tienes además una sensación de actividad constante pero sin las obligaciones clásicas del ama de casa, del anfitrión, de gestionar las preguntas estándar: "Abuela/o, ¿que hacemos hoy?" Hay que ser realistas, si el negocio de los cruceros va en aumento es porque funciona bien. Es consecuentemente lógico que los cruceristas disfrutan a su manera del viaje. Este buen funcionamiento está motivado porque la relación precio/calidad es la adecuada. Es debido a que cuando se viaje en crucero se pueden visitar en una semana varios países cómodamente sin tenerte que casi desnudar al pasar los controles de seguridad de los aeropuertos y pudiendo a su vez visitar ciudades con historia, hacerte los selfies clásicos y mandárselos a amigos y familiares: "Cordiales saludos desde Dubrovnik".

Es en resumen una fórmula de éxito que sigue in crescendo. Basta analizar las expansiones de las grandes empresas que se dedican al turismo, todas tienen su división de cruceros, compran barcos viejos y los reforman, construyen de nuevos, los botan y los ponen a funcionar sin tener que pasar por grandes dificultades para obtener permisos, ni leyes laborales locales, ni grandes comités de empresa, ni dificultades en obtener permisos de trabajo o similares. Es todo mucho más fácil, más rápido y efectivo que el negocio terrestre local.

En los cruceros el personal de a bordo no cualificado suele provenir de países con dificultades económicas. Muchos a su vez suelen ser jóvenes con ganas de tener experiencias laborales a cualquier precio, con deseos de aventuras, con la ilusión de hacer nuevas amistades y por ello están dispuestos a compartir minicabinas con tres o cuatro compañeros, a trabajar 7 días a la semana sin descanso, a amoldarse a estas leyes del mar, a no contar horas extras, a estar tres meses embarcados y después disfrutar de un periodo adecuado de vacaciones, o a no tenerlas y seguir cobrando. A estar dispuestos a sonreír al pasajero, ser amable, servicial, a no quejarte en público, a no discutir las órdenes de sus jefes jerárquicos. No es un trabajo fácil, es más bien una especie de servicio militar o más claro aún, un sustituto del mismo.

Al inversor, o sea a la empresa o sociedad propietaria de los cruceros por ahora le salen los números, por ello crece en este tipo de negocio y siendo por añadidura a cada nuevo paso más creativa e innovativa: cruceros temáticos, musicales, deportivos, para homosexuales, para familias, singles & couples. Las decoraciones van acordes con los temas. Hay espectáculos a bordo, tienen teatro, nite club, música en vivo en diferentes lugares. Nadie les obliga a bajar el volumen o a cerrar la música a la medianoche ni a respetar un máximo de decibelios. No tienen vecinos incómodos ni policías municipales que les controlen. Son una especie de país libre con sus propias normas. ¿No te gusta el ambiente? Pues puedes cambiar de lugar pasando al salón de lectura o al lounge para fumadores de habanos, o simplemente irte a tu cabina y ver la tele o leer un libro o cantarle un canción romántica a tu pareja.

Es lógico por tanto pensar que el turismo de cruceros mientras haya paz mundial seguirá en aumento.

Las posibilidades reales de crecimiento del turismo están principalmente en los países en vías de desarrollo y en los mencionados cruceros, que son de hecho hoteles marítimos en movimiento, pues se desplazan a los diferentes destinos.

Por otra parte es oportuno mencionar que las construcciones de hoteles especialmente en España, país turísticamente saturado y con expectativas de crecimiento en número de visitantes limitada, son cada día más difíciles debido a leyes autonómicas, normativas municipales, inseguridad jurídica en temas de nuevas construcciones de gran volumen, permisos de obras de larguísimas tramitaciones, espacios naturales no edificables, limitaciones de cupos de camas etc., aunque bien sea dicho muchas de estas normas son necesarias y quizás tardías. Quedan por tanto sólo las reformas de hoteles para adecuarse a las exigencias actuales y de futuro. Es lo mínimo que se debe de hacer para sobrevivir.

Es esta saturación o limitación de crecimiento hotelero uno de los motivos por los que AirB&B y otras organizaciones similares tienen tanto éxito. Conviene recordar sin embargo que también viene provocado por la falta de creatividad por parte de la planta hotelera. Los turistas de casas particulares son aquellos que buscan algo real, cercano a la gente del pueblo al que visitan en lugar de pasar las vacaciones en un establecimiento con poca personalidad, sin caras de anfitriones reconocibles, sintiéndose en estos lugares más como un número que como un cliente con nombre y apellidos. Los motivos para buscar en una casa particular la alternativa al hotel no son sólo por tanto ni la comodidad ni el precio.

El ser humano no suele ser conformista, le gusta hacer cosas nuevas y poder contarlas. Es por ello que los cruceros son una plataforma adecuada para todo tipo de vivencias a precio módico. Es a su vez fácil de deducir que el número de cruceros que visiten una ciudad en un día irá en aumento si no se limita y acabará obligando a que el puerto en cuestión tenga que seguir ampliándose para poder albergar a un mayor número de ellos y a su vez de mayor calado.

Debido a estos criterios, el número diario de visitantes cruceristas debería de ser regulado, basándose dicha regulación en datos técnicos medibles y creíbles. Me refiero con ello primero a temas medioambientales. Es urgente definir criterios y estándares mínimos con los cuales un crucero debe de cumplir. Emisiones de CO2, consumos de agua local, tratamientos de basuras a bordo, impuestos por visitantes que deben de repercutir al 100% en medidas de mejora de ecosistemas.

En segundo lugar debe de tenerse en cuenta la necesidad de limitar o adecuar el número de visitantes de cruceros a las posibilidades de una ciudad, la que sea. Si las limitaciones se hacen en los estadios, en los conciertos, en parques naturales ¿por qué no hacerlas también en las ciudades que se han transformado ya en parques de atracciones? Los visitantes de a pie o en coche se autorregulan con la capacidad técnica de aparcar sus coches de alquiler. Los habitantes de estas ciudades evitan ya en parte las aglomeraciones no yendo a las zonas calientes pues allí se sienten extraños en el paraíso. La limpieza municipal no está técnicamente preparada para tanta basura provocada por la masa de visitantes contra reloj. En la ciudad no hay suficientes baños públicos. Los taxis no dan abasto para las necesidades puntuales.

Los criterios para definir el número máximo de visitantes cruceristas es por ende una difícil labor a realizar por parte de las autoridades competentes (Conselleria de Turismo, Ayuntamiento, Autoridad Portuaria) con la colaboracion de entidades empresariales, transportes, asociaciones de pequeña y mediana empresa etc. Se debe conseguir un consenso, o en su defecto los responsables políticos deberían de acordar o definir cuando menos una norma a cumplir obligatoriamente durante un cierto número de años y revisable por trienios o quinquenios. No es recomendable seguir con la situación actual, todo el mundo habla pero todo continúa igual. Tiene que haber un responsable que inicie y tutele este tema tan actual , y antes de que sea demasiado tarde y el asunto se regule consecuentemente por si mismo, como sucede de hecho en cualquier negocio sin plan, sea para bien o sea para mal.

Mallorca está en los límites de la sobreexplotación. Pero este es otro tema aún más complejo.