El audio dado a conocer esta semana por Diario de Mallorca en el que la secretaria de organización de Ciudadanos, Joana Capó, llamaba "frikis" a los militantes palmesanos del partido, la tibia reacción de la dirección sobre este grave incidente y el abandono de militancia por parte de Xavier Pericay, son los últimos exponentes de la grave crisis incrustada en el partido naranja. Su inestabilidad y deriva interna alcanzan tal calado que, en consecuencia, provoca serios quebrantos en el conjunto de la derecha y deja en entredicho la capacidad real de Ciudadanos para ejercer el liderazgo, al que dice aspirar, entre formaciones afines.

Que un partido político descalifique de forma colectiva a sus propios militantes descalifique de forma colectiva a sus propios militantes y que quien ha sido hasta hace poco su líder regional y uno de los fundadores a nivel estatal arroje la toallaarroje la toalla, se aleja de los cánones de la normalidad. Se hace necesario, por tanto, interpelarse sobre qué ha pasado, qué sigue ocurriendo todavía en el seno de Ciudadanos y cuáles son los efectos de todo ello.

El partido ha trastocado su cúpula de forma sorprendente, manteniendo en estas islas un discurso que se ha limitado a cuestiones idiomáticas y de supuesto adoctrinamiento docente. En el supuesto de que éstos lo sean, no se puede obviar que la sociedad balear tiene muchos más problemas, inquietudes y necesidades a las que una formación política, con vocación mayoritaria, debe saber responder.

El desconocido Marc Pérez-Ribas fue elegido candidato autonómico al mismo tiempo que también se sacaba del anonimato a las candidatas para el Consell y Cort. Si a ello añadimos el fichaje del hasta hace poco socialista Joan Mesquida, hoy diputado electo en el Congreso y la más desconcertante incorporación de un desgastado José Ramón Bauzá, antiguo president del Govern con el PP y hoy eurodiputado, con portavocía en el grupo liberal en representación de Ciudadanos, desembocamos en la desconcertante situación actual. No se puede obviar que el fichaje de Bauzá halló serias resistencias en la dirección regional de Ciudadanos, solo superadas por los avales que le concedió Albert Rivera.

Pero, como demuestran los hechos, todo ha sido al precio de tener un partido carente de liderazgo efectivo en Balears, con rumbo político a deriva y por tanto, hoy por hoy, incapaz de ser una alternativa sólida para liderar a las fuerzas de derecha. La crisis que afecta a Ciudadanos a nivel estatal tiene una dimensión mucho mayor en estas islas. Los problemas domésticos y la orfandad de estrategia han superado a Ciudadanos. No deja de ser insólito, porque el partido ya había transitado el recorrido más difícil, pasar de la nada al Parlament y tener una vistosa representación insular y municipal.

Lo más inquietante de todo ello, sin embargo, es que los vaivenes de Ciudadanos, por su propia naturaleza y dimensión, se incrustan de lleno en el conjunto de la derecha parlamentaria de Balears. También pueden dañar al imprescindible equilibrio de las fuerzas democráticas.

Al amparo de los resultados obtenidos, tanto en las elecciones autonómicas como generales, con un importante caudal de votos, parecía que Ciudadanos estaba en disposición de disputar al PP el liderazgo del centro derecha en el archipiélago. Paradójicamente, las dos formaciones están trabadas por sus dificultades internas y su difuso mensaje. En concreto, Ciudadanos no exhibe comportamientos compatibles con la confianza que le han depositado los electores. Joan Mesquida, callado y estratégicamente distante, se perfila, ahora mismo, como el único hombre capaz de remontar la situación y devolver la normalidad a su nuevo partido. Habrá que estar atentos a su proyección como diputado nacional.

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