Hablemos de algo muy serio: el juego. Jugar, para aquellos que no lo sepan, es un derecho reconocido dentro de la Convención del Niño de las Naciones Unidas.

En nuestra Comunidad, este derecho ha quedado recientemente recogido en la nueva ley para abordar la atención y los derechos de la infancia y la adolescencia de las Illes Balears. Aprobada en enero por unanimidad, pero en vigor desde el pasado mes de mayo, concretamente el día 28, el día internacional del juego.

Se trata de una buena ley que amplía y mejora derechos, así como pone el foco en la importancia de la coordinación entre administraciones para garantizar una atención rápida e integral en caso de vulneración.

En cuanto al juego, el reconocimiento en la ley de este importante derecho, no deja de hacerse de una manera clásica, como viene haciéndose hasta ahora y de manera digamos meramente formal. No es hasta el artículo 44 donde lo vemos reconocido como tal y lo hace ligado al ocio y al deporte. Además, el juego se aborda como si de una actividad extraescolar más se tratase o a la que hay que dedicar especial atención sólo en momentos concretos, como festivos y fines de semana; léase el artículo 44.4.

Esto viene a contradecir un poco lo que están demostrando algunos estudios como el que publicó el año pasado el Observatorio del Juego. Y es que los niños juegan cada vez menos. Apenas juegan a diario debido la carga de deberes y/o la vorágine de actividades extraescolares a las que están sometidos. A todo ello, hay que añadir también los cambios en las estructuras familiares, descenso de la natalidad y la escasez de espacios seguros donde poder jugar, que hacen que cada vez sea mayor el porcentaje de niños que juegan solos.

El juego es clave para el aprendizaje, desarrollo y felicidad de los niños. Es un derecho y una necesidad. Los niños y niñas necesitan jugar a diario, y deben hacerlo con otros niños en lugares fuera de las casas. Para ello, las ciudades, los barrios y los espacios públicos deben ser más seguros.

Hemos llegado al diseño de políticas sociales, de las cuales en temas de infancia, todos los gobiernos y administraciones han actuado (y en parte es lógico) de forma sobreprotectora y sin tener en cuenta la voz de sus principales destinatarios.

La participación en general y la infantil más aun en concreto, es una asignatura pendiente de nuestro sistema democrático. En mi ciudad (Palma), estamos de enhorabuena, desde hace poco más de un año, Palma fue declarada por UNICEF "Ciudad amiga de la infancia" y este es un paso en la buena dirección para empezar a articular su participación en la esfera pública.

Personalmente, hace poco menos de un año que me he adentrado en una investigación científica para acercarme a la percepción que tienen los niños adolescentes de la política y la democracia en Balears www.minipolitica.eu y, es realmente sorprendente ver como sus propuestas pueden aportar soluciones originales y alternativas a problemas colectivos de la ciudad, que, recordemos no han generado ellos. Es más, algunas de sus ideas superan con nota las propuestas que realizan los propios técnicos en sus respectivas áreas, pues los niños hacen propuestas divertidas, muy inclusivas, interseccionales, esto es para todos los ciudadanos.

La evidencia nos dice que hay que escuchar a los protagonistas también en el diseño de políticas públicas de abajo hacia arriba. Ahora bien, vamos con retraso. Hay lugares en el mundo que nos llevan muchos años de ventaja. Sus exitosas experiencias deberían animar a los políticos y administraciones a fomentar la participación infantil y a tomarse más en serio el juego.

* Politólogo y Máster europeo en políticas sociales / www.minipolitica.eu