PP y Vox se acercan a un pacto en Andalucía para acabar con casi 40 años de hegemonía socialista. La derecha dividida entre los azules, los naranja y los verdes de Santiago Abascal aspira a una alianza postelectoral que les devuelva el mando en comunidades autónomas, ayuntamientos y Gobierno central en cuanto Pedro Sánchez convoque elecciones. Sin embargo, hay indicios que sugieren, y hasta aconsejan, que los invitados al banquete de la derecha comenzarán a gritar el "que se besen" antes de que se celebre el matrimonio.

Primer indicio. El recandidato del Partido Popular a la alcaldía de Palma votará a Vox. Mateo Isern intenta convencer a los palmesanos de que le devuelvan la silla que le arrebató José Ramón Bauzá. Lo sorprendente es que anuncie a sus potenciales votantes que la mejor opción para la derecha es el candidato de Vox, Fulgencio Coll.

Afirmar públicamente que tu supuesto rival "es un lujo para la política" y desear que muchos más como él se incorporen a la gestión pública es chocante y desaconsejable para quien se presenta como caballo ganador. Isern, que ya fue un alcalde atípico, no hace caso al manual de campaña electoral escrito veinte siglos atrás por Quinto Tulio Cicerón ni a los consejos de Nicolás Maquiavelo sobre cómo tratar al adversario.

Segundo indicio. Fulgencio Coll ha declarado a El Mundo que está en Vox por su "defensa de la Constitución, la democracia, la libertad y la convivencia". El general azul (dicho en contraposición a Julio Rodríguez, el general rojo de Podemos), remata que "si Vox fuera de extrema derecha yo jamás hubiera entrado en este partido". Si, como dice el exmilitar y neopolítico, Vox no es extrema derecha, resulta evidente por descarte que es PP. Al fin y al cabo, su líder nació en las filas de la formación de Pablo Casado en el País Vasco, fue alimentado en Madrid por la ubre autonómica de Esperanza Aguirre y cuenta con el espaldarazo de José María Aznar tras darse un paseo por el trumpismo.

Coll debería cuidarse de algunos compañeros de viaje que desmontan su argumento. Xisco Pol Alorda, candidato de Vox a la alcaldía de Inca, no solo se pregunta "si ya se han muerto de hambre los de la huelga de hambre", en referencia a los presos independentistas catalanes, sino que no escatima alabanzas a Francisco Franco, dictador de España durante cuatro décadas.

El tercer indicio. Matías Vallés ha entrevistado esta misma semana a José María Aznar en Diario de Mallorca. En referencia a la división de la derecha, el faro de los conservadores apuesta porque Vox y PP compitan en las elecciones "con inteligencia, sin dañarse, y que si llega un momento que el fraccionamiento político obliga a buscar entendimientos, sean los más útiles para la sociedad". Lo que reclama el expresidente se asemeja a estas carreras de atletismo en las que los competidores entran en meta juntos y abrazados.

Una ley electoral se cumple inexorablemente en Balears desde 1995: ningún president repite dos candidaturas seguidas en el Consolat de Mar. La secuencia ha sido Cañellas, Soler, Matas (los tres en una misma legislatura con mayoría absoluta del PP), Antich, Matas, Antich, Bauzá y Armengol. El año próximo le toca asumir la batuta a Biel Company. Si se cumple la regla, lo hará con un tripartito, esa fórmula de la que tanto abominaron en el pasado. Nada nuevo en política. Pero la gran duda es: ¿con qué políticas lo hará?