El sábado de esta semana se cumplen 35 años de un acontecimiento sociopolítico acaecido en Mallorca que, en nuestra opinión, merece ser recordado. Nos referimos a la única, al menos en estas últimas cuatro décadas, huelga general -"paro general", era la terminología de la época- convocada y llevada a cabo exclusivamente en el ámbito de Balears. Sirvan estas líneas para: rememorar la fecha; reivindicar el papel del movimiento sindical de Balears en aquellos años de una transición inconclusa, y no exenta de incertidumbres políticas, económicas, y sociales; y, como no, para manifestar nuestro deseo de que el hecho de ser una movilización sindical propia, es decir, sin una convocatoria de ámbito estatal, merezca algo más que un pie de página para quienes tengan que escribir la historia del movimiento sindical de Mallorca en las últimas décadas del siglo XX. Téngase en cuenta que, según los archivos de los sindicatos, la huelga tuvo una importantísima incidencia en Mallorca, donde la siguieron más del 80% de los trabajadores y trabajadoras. Fue, por tanto, una sacudida sociolaboral de importancia nada anecdótica.

El contexto era complicado para el sindicalismo europeo. Por ejemplo, aquel mismo mes de septiembre en Blackpool (Reino Unido) los sindicatos británicos, las Trade Unions, celebraron un congreso trascendental puesto que debieron adaptarse a la perspectiva de un laborismo en declive, al mandato prolongado de Margaret Thatcher (que acababa de triunfar en sus segundas elecciones) y su "revolución conservadora" profundamente antisindical. En España, sin embargo, eran los primeros meses del gobierno socialista presidido por Felipe González.

Uno de sus compromisos electorales había sido aprobar una modificación de la ley del estatuto de los trabajadores para fijar la duración máxima de la jornada ordinaria de trabajo en 40 horas semanales de trabajo efectivo. Recuérdese que el estatuto de los trabajadores de 1980 la fijaba en 43 y 42 horas, según fuera jornada partida o continuada, respectivamente. La cuestión es que, en pleno verano -y por tanto en plena temporada turística-, el BOE del 30 junio de 1983 publicó la prometida ley. Desde el movimiento sindical en general, pero, especialmente, desde el de la hostelería se esperaba esta ley para culminar la consecución de lo que había sido una reivindicación histórica, y, sin embargo, no hubo ningún festejo. Desde los polígonos industriales, pasando por las obras en construcción, las oficinas bancarias, los lugares de trabajo de la estiba portuaria, etc., hasta las zonas turísticas -muy especialmente en estas últimas- cundió una mezcla de preocupación e indignación ¿Debido a qué? La ley aprobada incorporaba una confusa disposición transitoria, que tuvo que ser "interpretada" mediante unas instrucciones del ministerio de Trabajo, que, en la práctica, imposibilitaba -salvo plácet previo de las patronales- que la ley de reducción de la jornada laboral fuese una realidad aquel mismo verano en las empresas en general, y, muy especialmente, en los hoteles, debido a las peculiaridades de días libres y turnos de trabajo. Había que esperar a la renegociación de los convenios colectivos.

Este fue el motivo detonante para la convocatoria de la huelga general de aquel jueves, 22 de septiembre, de hace ahora 35 años. De hecho, en el primer punto del llamamiento a la huelga, CC OO y UGT afirmaban: "Contra el incumplimiento patronal de la ley de 40 horas. La patronal en su conjunto y oficialmente se ha negado al cumplimiento de la ley votada en el Parlamento que fija la jornada máxima en 40 horas semanales desde el pasado 30 de julio€". Pero no fue el único. En el llamamiento sindical a la movilización le seguían reivindicaciones tales como: "Por la defensa del puesto de trabajo y la creación de empleo estable", "Contra el despido libre", o "Por una mayor protección en el desempleo".

Es ciertamente sorprendente que, habiendo trascurrido 35 años, estas reivindicaciones de reducción de jornada, de freno a la precariedad laboral, y a la desprotección social bien podrían ser el eje central del programa sindical de ahora mismo. Que nadie nos mal interprete. No hay ni un ápice de reconocimiento de derrota en esta última afirmación. Todo lo contrario. En todo caso es, por una parte, un reconocimiento de la capacidad de anticipación de análisis del sindicalismo isleño puesto que, en palabras del catedrático emérito de sociología de la Universidad Complutense de Madrid, Carlos Prieto, "en torno a los ochenta del siglo pasado la definición y valoración del trabajo en forma de buen empleo o de trabajo decente empieza a sufrir múltiples sacudidas económicas, sociales y políticas de signo diverso que afectan a todas sus dimensiones y que terminan, cuando menos, por desestabilizarlas". Esta desestabilización de una cierta seguridad y equilibrio en las relaciones laborales fue la causa de las huelgas generales -estas convocadas en el conjunto del estado español- que vinieron posteriormente.

Y, por otra parte, es la constatación de la certeza de que, gracias a la acción sindical, vivimos en una sociedad con un cierto grado de decencia y de cohesión social. Aunque, como explicaba el maestro Josep Fontana, ha resultado errónea la convicción de determinadas generaciones -entre ellas las que algo tuvimos que ver con la huelga que comentamos y con las que vinieron posteriormente- de que la historia de la humanidad era el relato de un proceso ininterrumpido de progreso social, de un crecimiento económico que iba asociado al avance de la sociedad hacia un mundo más libre y más igualitario. Seguimos convencidos de que la interrupción de este progreso a la que ha dado lugar el periodo neoliberal hubiera significado una marcha atrás irreversible sin el movimiento sindical. Y, en cualquier caso, los derechos que aún tenemos no nos han sido regalados, han sido conquistados.

Pero, como no basta con conquistar derechos, sino que estos se tienen que defender, permítasenos una nota de actualidad, que tiene relación con la jornada laboral cuya reducción práctica en las empresas fue el detonante de la huelga a la que nos estamos refiriendo: En general, aunque particularmente en hostelería, los cómputos y la aplicación de la jornada máxima conocen hoy en día una degeneración preocupante, con la generalización de las jornadas partidas, incluso los tres turnos, días libres trabajados y mal compensados, vacaciones pagadas en negro sin cotizar a la Seguridad Social, etc. La responsabilidad social de los patronos es claramente inferior ahora que hace 35 años.

Acabamos con una breve referencia al último punto del referido llamamiento sindical, en el que se reivindicaba "la participación de los trabajadores en una salida solidaria de la crisis" para garantizar "un reparto solidario de las cargas de la crisis". Hoy -no se sabe muy bien si en la salida de la crisis económica iniciada hace diez años, o en la fase de gestación del próximo episodio de crisis del capitalismo- hay que reafirmase en esta reivindicación, que solamente tendrá visos de verosimilitud con el reforzamiento, desde su radical autonomía, del movimiento sindical de clase.