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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Alcalde, ¿los quiere en su rellano?

Palma puede convertirse en un gigantesco hotel si una pizca de valentía política no lo remedia. Cualquier metro cuadrado es susceptible de generar apetitosos ingresos, a costa de la convivencia. ¿Queremos vivir así?

La pregunta del millón: ¿Le gustaría un piso de alquiler vacacional encima de su habitación o la de sus hijos? Esta es la cuestión que deben responder los alcaldes presentes y futuros antes de determinar en qué zonas de Palma los particulares pueden convertirse en pequeños empresarios de hostelería con todos los derechos y ninguna obligación. ¿Qué barrio se merece el castigo? ¿Hay alguno cuyos residentes no paguen sus impuestos? ¿Se librarán precisamente los que ya tienen tantos extranjeros por metro cuadrado, y resultan tan prohibitivos para los indígenas, que deben preservarse para uso y disfrute de los privilegiados que nunca cometerían la ordinariez de alquilar porque directamente compran? ¿Existe alguna comunidad de propietarios que anhele el follón? Yo no quiero turistas en mi escalera, subiendo y bajando maletas, con sus horarios intempestivos, sus juergas nocturnas, su invasión de los espacios comunes y sus fiestones en el balcón en miércoles. No los quiero porque los he oído en mi patio como antes oía el mar, chapuzones en las exclusivas piscinas a las cuatro de la mañana con tecno a toda pastilla cuando me tenía que levantar a las siete. No aspiro a que cada metro cuadrado de mi barrio sea susceptible de convertirse en un negocio suculento, lo siento como una amenaza directa a la convivencia normal y corriente. Ya he dejado de ir a mis playas favoritas, y a mis rincones predilectos de la urbe para evitarme los inconvenientes de la saturación de la temporada alta. ¿Tampoco podré encerrarme en casa hasta que pase el verano?

El futuro alcalde de la ciudad Toni Noguera avanzó hace una semana su valiente apuesta por prohibir el alquiler vacacional en viviendas plurifamiliares en toda la ciudad. No era un brindis al sol, pues el concejal de Modelo de Ciudad aportaba datos demostrativos de la presión funesta que esta actividad está generando sobre la actividad inmobiliaria palmesana. Para aclararnos: se han multiplicado los desahucios de inquilinos para ofrecer los pisos a turistas por semanas o días, las familias con menos recursos se ven imposibilitadas para acceder a una vivienda, y se han disparado los precios de venta. Son las consecuencias de un negocio además ilegal, pues la ley en vigor solo lo permite en casas unifamiliares, y cuyos excesos no son perseguidos por un Govern más que superado y contemplativo. Enseguida han salido los socialistas a echar el freno, acusando al edil de Més de precipitarse. Con su tibieza habitual, el alcalde José Hila pidió estudiar la cuestión barrio por barrio, pues puede ser que más allá de la Vía de Cintura el alquiler vacacional resulte una opción aceptable. ¿Quiere eso decir que a un vecino de la Vileta no le importará tener un piso turístico atronador encima de su cama para que un propietario alemán, o de Manacor, pero que en todo caso vive a kilómetros de distancia, se embolse un montón de pasta?

Dicen los emprendedores que esto es economía colaborativa que ayuda a sobrevivir a las clases medias. Me troncho. Desde luego, queda más bonito que especulación y usura urbanística, más civilizado que puro mobbing inmobiliario contra los desgraciados de siempre. Quienes ganan una pasta con sus webs y sus tecnologías habitan casas aisladas con jardín, y están más que acostumbrados a crear realidades paralelas. No se las compre, alcalde Hila. O futuro concejal de Urbanismo del Parque Temático antes conocido como Palma.

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