El último informe del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud presenta unos resultados demoledores por lo que respecta a Balears. Desvela que los jóvenes del archipiélago tienen los peores resultados educativos, no sólo de España, sino de toda Europa. En estas islas es donde se registra el mayor abandono escolar del continente, el lugar con el porcentaje más bajo de jóvenes de 18 años que continúan formándose y donde se puede hallar la tasa inferior de estudiantes universitarios veinteañeros.

Evidentemente, es un diagnóstico que requiere un profundo análisis por parte de la Administración y de la comunidad docente para dar con las causas reales y diversas del preocupante déficit educativo de las islas y desde ellas trabajar en serio para revertir una situación que resulta a todas luces intolerable. Los jóvenes de Balears no pueden quedar fuera de los estándares medios de la formación que priman en Europa ni en situación de inferioridad en cuanto a competitividad y capacidad profesional.

Las causas de la penosa situación docente de este archipiélago se antojan complejas y, con toda probabilidad, reclaman intervenciones transversales. El consabido pretexto de que aquí se da un alto fracaso escolar y poca predisposición a la formación universitaria debido a la facilidad de hallar trabajo en la hostelería es motivo insuficiente para justificar que el índice educativo de Balears se arrastre en el 0,18 sobre uno cuando el del conjunto de España es de 0,52 y el de la Unión Europea de 0,58. Cuando menos, falta implicación social, estimulo profesional y compromiso administrativo con la efectividad docente.

No deja de ser significativo que los datos indicados no hayan sorprendido a ninguno de los sectores involucrados en la educación reglada. También resulta llamativo que el conseller de Educación opte por el silencio ante ellos. ¿Significa carencia de iniciativa y previsión para emprender medidas correctoras? Los sindicatos hablan de falta de inversiones y los profesionales del sector, en general, de demasiada provisionalidad en los planes docentes y de la conveniencia de un pacto social por la educación.

Sin duda todo ello es cierto, pero el diagnóstico se queda incompleto porque la culpa no puede ser siempre de los demás. Falta una dosis, al menos mínima, de autocrítica por parte de la comunidad docente. Si los índices educativos de Balears son los más bajos de Europa, el profesorado también tendrá algún grado de responsabilidad sobre ello. Cuando menos, debería sentirse tocado en su amor propio y la verdad es que no se aprecian estos síntomas. Otro motivo de inquietud.

Quizás una de las vías de salida esté en el mejor aprovechamiento de las nuevas tecnologías en cuyo uso los jóvenes de Balears sí presentan buenos resultados, que después se desbaratan en el cómputo general al ser sumados a los otros factores más negativos.

Falta inversión pero también planes y predisposición atractiva que no se consiguen sólo con dinero. Se han dado algunos pasos adecuados en cuanto a formación profesional adaptada a la demanda laboral específica de Balears. Es el caso de la náutica, en la que las islas todavía deben importar profesionales de fuera, o de algunas ramas de la mecánica en general. También hace falta mayor especialización en el sector del turismo en el que ahora, como se ha visto estos días, la iniciativa privada se adelanta con oferta formativa de marca internacional. Lo que está claro es que Balears no puede mantener su posición docente actual. Hacerlo es poner trabas al futuro. En todos los sentidos.