En pleno siglo XXI, asociar república a modernidad, democracia e izquierda es tan simplón como asociar monarquía a carcundia, mengua de libertades y derecha rancia. Y casi tanto como olvidar que democracia y república „tal como las conocemos„ son dos instituciones burguesas, por mucho que se inventaran en el mundo antiguo. A mí, por ejemplo (y disculpen los argumentos ad hominem) me pasa una cosa curiosa: observo las grandes bondades de la república en aquellos lugares donde las ha demostrado. Y lo mismo me pasa con las monarquías. Sólo es cuestión de fronteras, es decir de Historia. Si me encuentro en Francia soy republicano y pienso „incluso estando en España„ que la república francesa ha hecho un gran bien a su sociedad. Allí, más que en ninguna otra parte del mundo, un ciudadano es un ciudadano y su Estado „el estado francés„ es admirable en la defensa y enriquecimiento de esa sociedad y cultura constituidas ambas por sus ciudadanos. Algo parecido me ocurre en Italia: el equilibrio de tela de araña de la república italiana también me parece admirable. Ni el funámbulo más osado ha conseguido el temple conservacionista que la república italiana ha tenido en la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos de éste. Tras una apariencia caótica, Italia tiene algo de senado romano que logra detener a los bárbaros a las puertas de Roma sin mandar una sola legión: sólo con la palabra, la memoria, los silencios y el equilibrismo político.

En cambio en Gran Bretaña soy monárquico y pienso que la monarquía ha hecho de los británicos el gran pueblo que ha sido en la Historia: de Shakespeare al edificio azul de la Lloyd´s, pasando por el Imperio. Me gusta mucho la reina Isabel y también el personaje de su hijo Charles, heredero „vía estética, no política (menos mal)„ del duque de Windsor. En cuanto a su estabilidad también es admirable y es posible que esté relacionada con el carácter religioso de esa monarquía: ahí hay un resquicio medieval que ayuda a sostenerla. Pero no veo que los ciudadanos sean súbditos en Inglaterra, no lo son. Como tampoco lo veo en España, donde tantas cosas van mal „fatal incluso„, pero no como para haber descendido hasta la categoría de súbditos y menos aún por culpa de la Corona que, al margen de sus defectos, logró todo lo contrario: integrarnos en un sistema de libertades sin que el barco se desencuadernara. Quizá sea un hombre antiguo, pero ¿soy acaso un mutante? De republicano francés a monárquico british... ¿Debo preocuparme por eso? ¿Quiere decir que el accidentalismo me corroe hasta límites incívicos? No creo. Es más: a veces me pregunto si alguien es, a estas alturas, verdaderamente monárquico o verdaderamente republicano. Si es algo implícito en la naturaleza humana preferir un rey a un presidente, o a un presidente antes que a un rey. Y si digo naturaleza y no civilización es porque de la civilización de la que somos ahora protagonistas y sujetos pacientes, me creo ya muy pocas cosas y menos que ninguna la frivolidad e inconsciencia con que se manejan ideas, creencias y principios. No sólo en política.

Hagamos, pues, ante los repentinos entusiasmos, un poco de memoria. Cuando se habla de república en España se hace con R mayúscula y eso está bien, pero entre unos y otros aquello fue un fracaso total. ¿Lo sería ahora? No lo sabemos, pero lo que sí sabemos es que no es precisamente su tradición „escasa, por otra parte, aunque sumemos los años de la I y los de la II„ algo de lo que estar orgullosos. La concordia entre españoles no fue la marca de fábrica de ninguna de aquellas dos repúblicas y eso que en ellas se dieron hombres de gran talla „o de una talla política inexistente ahora: nombraré sólo uno, Azaña, aunque la lista es larga„. Pero la dictadura franquista hizo que la República pareciera el oasis que no fue, puro espejismo de modelo de democracia. Y en ese falso oasis, sospecho, reside la esperanza en una hipotética III República. Nadie dice, por ejemplo, que Franco era republicano cuando se alzó en Canarias y que su primera arenga acaba con el grito ¡Viva la República! Nadie dice tampoco que Queipo de Llano „el temible y temido radiofonista nocturno„ era republicano. O que el autor del himno republicano „el Himno de Riego„ fue el general Rafael de Riego „anticarlista, ya saben„ en el XIX. O que en la segunda legislatura de Aznar hubo en el PP „y tertulianos acólitos„ un frente antimonárquico, y el mismo Aznar vióse „a cada uno la fórmula verbal que le corresponde„ como posible presidente de la III república española. Nadie dice€ ¿Voluntad de ocultación? En absoluto: desconocimiento, imagino. El mismo que cree que la Historia empieza con el día y no pesa. El que considera que todo se puede decidir cuando nos da la gana, como los hombres que decidieron que llegarían hasta Dios construyendo una torre y después ocurrió lo que ocurrió. Y olvidamos a menudo que somos de donde venimos, no de donde nos da la gana ser y que los símbolos „todos ellos„ no pueden destruirse sin pagar un precio más alto que el bien que creemos se oculta detrás de su existencia. Algo de eso saben los poetas, que como dijo Mallarmé son los que “dan un sentido más puro a la lengua de la tribu”, convirtiéndose „no por azar ni capricho„ en memoria de los símbolos.