Es muy posible que CiU, presa de la inercia al parecer imparable de la pulsión soberanista, no se dé cuenta verdaderamente de la desnaturalización que sufre en este proceso, en el que se ha dejado sucesivamente numerosos jirones de encarnadura. Como es conocido, CiU obtuvo el 38,47% de los votos en las elecciones autonómicas de 2010 (62 escaños en un parlamento de 135); descendió al 30,70% en las elecciones anticipadas de 2012 (50 escaños) y ha continuado bajando desde entonces hasta el extremo, según todas las encuestas, de haber pasado a ser la segunda fuerza catalana, sobrepasada por Esquerra Republicana. Y ahora es patético asistir a las quejumbrosas sugerencias de Mas a Jonqueras para forjar una coalición nacionalista que concurra a las elecciones europeas del 25 de mayo, con lo que el líder de CiU y presidente de la Generalitat se evitaría el sonrojo de constatar públicamente y con cifras el estrepitoso fracaso de una estrategia rechazada abiertamente por buena parte de su clientela y que ha llevado a su partido a perder la centralidad y la hegemonía.

ERC, consciente de que domina la situación, se deja querer e impone sus condiciones leoninas a la otra parte, totalmente en sus manos: si Mas accede obedientemente a concretar los términos de la consulta y a anunciar por tanto su apuesta por la ruptura de la legalidad, Esquerra accederá al ruego de su socio nacionalista y aceptará tanto la mencionada coalición como una hipotética entrada en el Gobierno catalán. Naturalmente, CiU no reconoce su propia urgencia de evitar en las urnas un nuevo ridículo y adorna la demanda a ERC de abalorios filantrópicos y patrióticos. Lluis Corominas, secretario general en funciones de CDC (sustituye a Oriol Pujol, imputado judicialmente), declara con solemnidad que "una candidatura de país fortalece a Cataluña y el proceso".

CDC tiene sin embargo un problema: Unió Democrática de Catalunya, su socio de coalición, rechaza de plano cualquier entendimiento con Esquerra Republicana. La discrepancia no requiere explicación: UDC es un partido centrista de raíces democristianas que choca frontalmente con el asamblearismo de izquierdas de ERC. Pese a todo, parece claro que si CDC consigue convencer a ERC, antepondrá ese pacto a cualquier otra consideración. Aunque a ERC parece no interesarle la fractura de CiU ya que, según su análisis, UDC sacaría entonces tajada del descontento social que provoca la actual política de la Generalitat.

En otro orden de ideas, la alianza CiU-ERC chocaría en el Europarlamento ya que, de momento, CDC está integrada en el grupo liberal „la Alianza de Liberales y Demócratas„; UDC, en el Partido Popular Europeo, y ERC junto a Iniciativa está encuadrado en Los Verdes/Alianza Libre Europea. También obligaría a decisiones sobre sus socios españoles ya que CiU ha concurrido históricamente a las elecciones europeas con el PNV, en tanto ERC ha comparecido con el mundo de Batasuna y con el Bloque Nacionalista Galego.

Todo esto significa que el venerable partido de Jordi Pujol abdica de sus posiciones ideológicas para sumergirse en un magma populista e inconcreto que postula como único punto programático la independencia de Cataluña€ De una Cataluña que, de lograr la secesión, quedaría en manos de ERC. No es extraño que amplias capas sociales de inequívoca filiación catalanista y gran parte del empresariado estén replanteándose su entusiasmo inicial ante un salto en el vacío de este calibre.