Matar lobos para controlar la especie aumenta los ataques al ganado, porque los ejemplares sueltos de la manada se vuelven más dañinos. Es la conclusión de un estudio, del que resulta también que, aunque existan planes de control, se acaban matando más o menos lobos, y en una zona u otra, según golpeen las noticias sobre ataques de lobos, no según los ataques de lobos. Todo esto resulta muy humano de parte y parte, demasiado humano, porque el problema, al final, es que el lobo lo es, y acaba portándose como un individuo falto de cariño de una familia desestructurada. Monógamo, familiar en extremo, egoísta a favor de los suyos, depredador que mata más de lo que necesita, su moral del padre de familia viene a ser más o menos la nuestra. Si un día alguien demuestra que no mata ovejas para comer, sino para salir en los periódicos y mantener el prestigio, no resultaría nada sorprendente.