La conferencia política socialista de este próximo fin de semana tiene la ambiciosa y plausible pretensión de marcar las directrices ideológicas del partido durante la próxima década, pero orillará dos asuntos de gran relevancia que en este momento son preponderantes: la cuestión catalana „o, mejor dicho, la oferta de reforma institucional a Cataluña„ y la renovación orgánica del PSOE. Aquella cuestión quedó cerrada por el Consejo Territorial en julio, y dio lugar a un acuerdo sobre el modelo federal entre el PSOE y el PSC que no se quiere revisar. Esta otra, que entronca con el liderazgo, será más difícil de obviar, pero el aparato socialista que convoca la conferencia ha reiterado que de ésta no saldrán ni la fecha ni el reglamento de las primarias que designarán al candidato a las elecciones generales de 2015. Sólo se acordarán "principios generales", es decir, las reglas y el alcance de estas elecciones internas.

Probablemente sea un error aplazar estas cuestiones, pero se perdería una ocasión magnífica si se cediera a la tentación de postergar por esta causa la reflexión que auspicia la Conferencia precisamente en estos momentos que son estratégicos: nos hallamos en el extremo de la crisis, y es preciso discutir precisamente ahora en términos políticos cuál debe ser la dirección de avance cuando dejemos de estar constreñidos por la presión de la coyuntura y por el dictado de Bruselas. Así lo han entendido diversas personas del círculo de influencia de Izquierda Unida, entre las que están el juez Baltasar Garzón y el rector de la Complutense José Carrillo, que se han sumado a este debate mediante una carta abierta en la que, entre otras cuestiones, plantean la necesidad de acordar "más y mejores mecanismos de representación social y política" con los que superar la brecha que se ha establecido entre los partidos y la sociedad.

De hecho, a juzgar por las enmiendas recibidas a la ponencia de la Conferencia „coordinada ésta por Ramón Jáuregui„, hay gran interés de la militancia en las medidas de regeneración democrática -listas electorales semiabiertas, endurecimiento de las incompatibilidades, prohibición de las donaciones a los partidos, listas ´cremallera´ en todas las instituciones para consagrar la paridad, posibilidad de presentar iniciativas legislativas populares, etc.-. También se examinará la reforma constitucional, que, pivotando en torno de la reforma territorial ya decidida, incluirá otros aspectos como la introducción de un concepto de familia más amplio o un énfasis mayor en la laicidad del Estado.

Los programas de los partidos no tienen en este país buen cartel por los flagrantes incumplimientos, que en muchos casos revelan un engaño pero en otros son inevitables aproximaciones a la realidad imprevista (las soluciones apriorísticas no siempre son las mismas que debe aplicar un partido cuando gobierna). Cuanto se haga por prestigiar a estas organizaciones y por dotarlas de un bagaje doctrinal sólido será acertado y oportuno, pero no debe ignorarse que los partidos no se juzgan sólo por su programa sino sobre todo por su intervención permanente en el proceso político. Por ello se produciría una frustración si cuando se espera que el PSOE reaccione y supere el lastre de haber gestionado con dudoso acierto el tramo más difícil de la crisis, la única respuesta fuese programática y abstracta. Si la conferencia política no deja encaminada, en fin, las cuestiones de la democracia interna y del liderazgo de cara a 2015, el principal partido de la oposición, muy retrasado en las encuestas, habrá perdido una gran oportunidad.