Según el Govern Bauzá, el incendio de media Mallorca se ha saldado con un éxito sin precedentes. Recibiríamos con escepticismo a un gobernante que presumiera de que sus medidas han evitado las llamas en un palmo cuadrado de bosque, y hemos de saludar con entusiasmo a quienes han gestionado el incendio de 2.300 hectáreas. El triunfalismo en llamas del farmacéutico no admite un solo error, todo ha transcurrido de manera impecable aunque la lógica obligue a plantearse cómo podría haber sido peor. Abusan de nuestra credibilidad, más que nadie el incendiario Biel Company cuando sentencia que "lo único que ha fallado es la imprudencia" de la persona que prendió el fuego. Aparte de que la azarosa imprudencia no puede fallar, el conseller confunde el origen con la causa, que multiplicó por mil la superficie afectada y de la que responde el ejecutivo. Si cada vez que un negligente quema rastrojos pueden arder tres mil hectáreas, me apunto a la solución Bush de talar los bosques para prevenir incendios.

La prepotencia de Bauzá ha sido pasto de las llamas, aunque insista en proclamarse vencedor de batallas que ni siquiera ha peleado. Al margen de bomberos y pilotos sacrificados más allá del deber, ningún político puede sacar pecho ante un desastre que ciega las palabras, les encamino a cambio al magnífico artículo de Gabriel Janer Manila. El farmacéutico ha descubierto el tesoro que administraba en el momento de perderlo. Debería hacer un esfuerzo de humildad contra su exhibicionismo de "el incendio soy yo", pero el amor a Mallorca no se improvisa.

En julio de 2014, los titulares anunciarán que "Se cumple un año del incendio sin ninguna mejora en las zonas afectadas". El Govern sólo recula para tomar carrerilla urbanística, exigiendo además felicitaciones por el desastre. Mientras se acondicionaba la pira, Company alardeaba de que "oposición y ecologistas dicen que proteger el territorio no tiene precio porque no lo pagan ellos". El triunfalismo incendiario no les curará ni la piromanía verbal.