Zapatero confía en algo que los ingleses llaman procrastination; en el fondo, dejar pasar el tiempo, esperando a ese mismo pasar del tiempo aparque los problemas. Keynes lo formuló del modo más gráfico al asegurar que "en cien años, todos muertos", aunque siempre me ha quedado la duda de si en esta frase la muerte es parte del problema o de la solución. En realidad da un poco igual, porque el tiempo juega a favor del que crece y en contra del que mengua. En principio ésta es una realidad demográfica y, en segundo lugar, económica. Una demografía diferente sería más favorable para nuestro país, al igual que otra estructura económica – más industrial y productiva – también lo sería. Pero, en esta ocasión, Zapatero se equivoca, ya que es la ausencia de una política previsible lo que preocupa a la comunidad internacional. Quizás sea el resultado de las anteojeras ideológicas, de la falta de estatura política o del cortoplacismo por el que siempre se ha guiado. Quiero decir que en su caso el tacticismo prima sobre la figura de estadista, aunque luego busque asentar el ejercicio del poder en un culto desmesurado al sentimentalismo. Sentimental, por ejemplo, ha sido su forma de encarar la crisis económica –hablo de la retórica–, mientras que su gestión se movía entre la necesidad, la ideología y esa fe inquebrantable en el paso del tiempo del que les hablaba antes. Esto es, muy a pesar nuestro, Zapatero en estado puro.

Valentí Puig acuñaba recientemente un concepto interesante: la suma cero. La suma cero es lo contrario de la idea inicial de la globalización, donde todos ganaban si bien unos más que otros. En el mundo surgido del crash de 2008, en cambio, para que unos ganen tienen que perder otros. Esta regla es válida a nivel nacional, social y también particular. Las transferencias de poder y de riqueza son continuas y la magnitud de la crisis las acelera. Se podría trazar un paralelismo con las olas de un tsunami y su efecto devastador: llegan con regularidad arrasando sectores productivos y poniendo en duda la solidez de los Estados. La calma que sigue no garantiza la paz, sino que parece condensar la inquietud y la rabia de las víctimas. Los vencedores serían los grandes ahorradores, que compran los activos a precio de saldo. Hay nombres claros: China y Asia, sobre todo; y en Europa, Alemania, aunque esté lastrada por el riesgo euro. Entre los perdedores, las naciones endeudadas y las que han mimado el consumo interno –muy alimentado por el crédito– en lugar de la productividad industrial.

A nivel particular la situación es similar y me temo que nos dirigimos a una sociedad de múltiples velocidades. Es decir, si una nación no sale airosa de este envite, lo más probable es que la sociedad se fragmente. La literatura histórica al respecto es abundante. De ahí la preocupación por la inoperancia del Gobierno. Y que la ingenua lectura de Zapatero sea tan errónea. La suma cero no parece un concepto ideológico, sino la evidencia a la que nos conduce el camino actual. Cuanto antes nos demos cuenta, mejor.