Me preguntan si creo que cumplió con las reglas de la gramática Arturo Pérez-Reverte cuando escribió en Twitter: "Luego Moratinos, gimoteando en público, se fue como un perfecto mierda". Mi interlocutor, el periodista Tino Pertierra, duda sobre si lo correcto habría sido "como una perfecta mierda", y discutimos si incurrió Reverte en solecismo, confusión léxica, lío de palabras, vicio idiomático: si insultó como no debía, vaya. La Real Academia Española, a la que el insultador pertenece, define "mierda" como el excremento humano o de algunos animales, y lo fija como sustantivo femenino. Pero, en su quinta acepción, declara «mierda» como "persona sin cualidades ni méritos", sustantivo común coloquial. Así, en efecto, diríamos (y Dios no lo permita) "Fulano es un perfecto mierda" cuando queremos significar que Fulano carece de cualidades y méritos por completo, en el mayor grado posible; pero, sin embargo, "Mengano es una mierda" denotaría que lo consideramos un excremento total, absoluto, un "excrementísimo", si así se pudiera hablar. Caso, pues, de polisemia, quizá de homonimia, según la Gramática de la propia RAE. De modo que Reverte, al usar el masculino, ofendió gramaticalmente bien y nos trasladó que considera al ex ministro de Exteriores carente a tope de condiciones e indigno de estima.

Tengo una teoría sobre los insultos. Si uno recurre a ellos por escrito, es preciso ser preciso; si, por el contrario, lo hace de viva voz y en presencia del dañado, es preciso ser impreciso… para dar tiempo a escapar a la carrera mientras el adversario desentraña el significado de nuestras palabras. "Es usted un cabrón" no admite ni dudas y alienta una respuesta violenta por parte de quien recibe el agravio. Mas si decimos "Sobre ignaro, es usted procaz y bajuno" nos da la oportunidad de salir pitando durante el rato que el otro emplee en dilucidar qué demonios significan "procaz", "bajuno" y, aun más, ese "ignaro" regido por la preposición "sobre". Anda por ahí ´El gran libro de los insultos´, de Pancracio Celdrán, un tocho que tiene gracia y más tendría si el autor cejase en su empeño constante de enmendar con altivez la plana a la Academia y no abundase en errores cuando se refiere al asturiano (es "llocu", no "yocu", por ejemplo). Leyéndolo, aprendemos a ganar segundos para el escape si le decimos a un contrario: "Bien me parece usted un embajador muy menflis, caballero". Tal vez lo tome incluso por un piropo, sin saber que aludo a su desmedida afición al cunnilingus ("embajador") y le estoy llamando tonto ("menflis"). A una señorita poco avisada puede sonarle agradable y de buen tono que se dirijan a ella en los siguientes términos: "¡Cuánto me agrada verla tan marcida y laída, joven", pues ignorará que le están faltando al respeto y la están tildando de enclenque y fea, con lo cual nos pondremos a salvo de sus justas iras. Aunque ninguna de estas sutilezas aconsejo al amable lector: vale más no insultar… pero, de hacerlo, hágase con propiedad, no lo tengan a uno por un tragasopaenvino, un jaquetón o (tampoco lo permita Dios) un petrus in cunctis.