El efecto Rubalcaba se nota, vaya si se nota, aunque de momento su manifestación más notoria llegue de la mano la prensa madrileña de la caverna. No hay día que los columnistas orgánicos de la derecha rancia dejen de publicar una y otra vez el mismo artículo: el que sostiene que el demonio se ha reencarnado como vicepresidente del Gobierno pero que no hay que preocuparse. Poca diferencia habría si tuvieran que hacerlo porque la preocupación es ya manifiesta. Tanto como para que la estrategia declarada del candidato mejor situado para suceder al presidente Rodríguez Zapatero en la Moncloa, Mariano Rajoy, haya sufrido un vuelco inimaginable hace sólo unas semanas. El especialista máximo en el silencio ha hablado, y a lo largo de un montón de páginas. Ha elegido para hacerlo uno de los dos únicos periódicos no afines a él en la estepa política mesetaria, tal vez porque de haber elegido alguno de sus diarios áulicos sus palabras no habrían tenido el eco apropiado.

Hablar cuando se da por supuesto que se puede llegar a la presidencia del Gobierno estando callado es una decisión que tiene sus riesgos. Hasta ahora, la legislatura se había caracterizado por la repetición mimética de la fórmula aquella del "váyase, señor González" que tan buen resultado le dio a Aznar. Cada vez que Mariano Rajoy decía algo, que tampoco sucedía de continuo, era para reclamar elecciones anticipadas con el argumento de que pase lo que pase en el universo, la culpa es de Bambi. Mencionar, siquiera de pasada, algo que pudiese sonar a programa electoral descartado de antemano. Y, de golpe, quien se da en todas las encuestas por próximo presidente va y dice lo que piensa a tal respecto. Si eso no es un efecto Rubalcaba, que venga dios y lo vea.

Para destapar su programa de gobierno, Rajoy ha optado por lo más fácil y, a la vez, peligroso. Alabando las medidas brutales del premier británico Cameron, que nos han devuelto a los tiempos más feroces de la señora Thatcher, el líder del Partido Popular ha enseñado, al decir de Rubalcaba, la patita. Sería excesivo creer que lo ha hecho sin conocimiento de causa porque una entrevista de varias páginas no es en absoluto algo improvisado; no se trata de un comentario que le graben a uno en un descuido. así que, de golpe, Mariano Rajoy ha dado un vuelco completo a lo que desde sus filas se daba por la forma cierta de ganar las próximas elecciones. Caben pocas dudas acerca de que el culpable del abandono de las trincheras más seguras para entrar en un cuerpo a cuerpo de resultado dudoso es el efecto Rubalcaba.

Se nota también éste en otro ámbito distinto: el del propio presidente Zapatero. Se le ve preso de una actitud insólita hasta ayer mismo. Ha enmudecido. Y, al margen de lo que pueda dar de sí la aparición de Rubalcaba, eso supone tanto un beneficio para la causa socialista como todo un alivio para el conjunto de los ciudadanos.