A partir de cierta cantidad de dinero es difícil gastar correctamente. Aparentemente, hay ricos que, queriendo gastar, invierten y regalando dinero, desgravan. No se les va el dinero porque el mercado –con la vanidad y la envidia– y la política –con las fundaciones y los beneficios fiscales– trabajan mano a mano desde hace veinte años en favor de la acumulación de riqueza. Se alega que los ricos saben generar riqueza sin que se haya podido demostrar en ese tiempo más que los pobres atesoran miseria incluso contra su voluntad. El sistema, bien: esta crisis depauperante es cosa de los desmanes de algunos que no se van a repetir (con el mismo formato). Funciona la acumulación pero la idea que mueve la sociedad que nos rige es el consumo. Será el consumo que se consume y que obliga a trabajar cada vez en peores condiciones y por menos dinero, que es lo que más ha crecido. Cada vez hay más salarios que no dan para vivir y más propuestas gubernamentales para que los trabajadores cobren paro y trabajen por sueldos que no alcanzan a fin de mes. Parece que subsidia al empleado pero subvenciona al empleador. Históricamente la izquierda defendía que los ricos eran listos robando a los trabajadores pero, ahora que se admiten tantas inteligencias parciales, se ve que no son listos para gastar. Hay que enseñar a esta chusma a gastar porque lo que la marquesa ahorra en jornales acaba barrido en la mesa del casino; lo que el magnate gana adelgazando empresas lo dedica a comprar –revalorizándola– una horterada maestra de Damien Hirst y lo que el corrupto roba del erario público termina en una cuarta vivienda sin ocupar frente a un puerto deportivo donde otros horteras desayunan en cubierta para que los admire una excursión de jubilados. Es difícil gastar bien a partir de un número alto pero limitado de bienes. O se pone tope o se les enseña a gastar mejor. ¿Qué tal en antigüedades como salarios dignos, barrios sanos, justicia social, niños limpios…?