Lo decía ayer Félix Madero en ABC: la soledad del Gobierno en el debate de hoy, conviene recordarlo, se debe a que por una vez ha practicado una política de Estado. Si el PSOE hubiera mirado exclusivamente sus propios intereses, hoy el PSE estaría gobernando en Euskadi con el PNV, que es como decir que hubiese existido una nueva claudicación ante el nacionalismo radical. Y el Gobierno estaría en este momento solazándose en el Congreso ante una oposición que no termina de acertar y a la que se ve encantada con el desgaste que la recesión produce en su adversario. Hay, en fin, soledades que honran y críticas que suscitan perplejidad. Porque no es cierto que bajando impuestos y abaratando el despido saldríamos de ésta. Y no es sensato atizar el fuego de la confrontación cuando lo que procede, y lo que reclama masivamente la opinión pública, es arrimar el hombro, infundir confianza y esperanza, sumar esfuerzos y colocar la compleja salida de la crisis y el cambio del modelo de crecimiento como principales objetivos de futuro, mucho más importantes que el signo del Gobierno o el resultado de las elecciones del 7-J.