Resulta desconcertante lo más progre y granado de nuestra sociedad mediática -la otra, la que viene y va cada día del trabajo a casa pasando por la guardería lo tiene mucho más claro-, resulta desconcertante, digo, ese grupito que pone reparos, tuerce el gesto o considera un ´mal menor´ que el Ejército se despliegue en las fronteras de Ceuta y Melilla en estos días de invasiones, heridos, y hasta muertos.

Vamos a ver: si el Ejército no está para garantizar al país/nación/estado de la ilegalidad exterior, ya me contarán para qué demonios sirve. Haber mandado tropas a Bosnia, a Irak o a Afganistán puede estar muy bien, regular o mal según criterios, pero que un puñado de guardias civiles se enfrente una noche sí y otra no al asalto ilegítimo no ya de un paso fronterizo, sino de una frontera con grave riesgo tanto para ellos como para los asaltantes, parece que exige medidas más drásticas y la presencia que sea necesaria de las Fuerzas Armadas. Pues no, los progres se cuestionan muy seriamente la cosa, lo cual me lleva a mí a cuestionarme si para eso merece la pena tener -y pagar- un ejército.

Otro asunto es si la presencia de ese Ejército va a frenar las entradas masivas, los asaltos a la verja en Ceuta y Melilla. Parece que no. Y, en ese sentido, toda la razón es para Imbroda, presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla, cuando afirma que la única solución debe venir del otro lado de la frontera, es decir, de Marruecos. Ya se ha visto que ni la Guardia Civil -mal pertrechada pese a sus repetidas peticiones-, ni el Ejército sin medios y con timidez, ni una valla más alta ponen freno a estos asaltos que no solucionan nada, ni siquiera a la mayoría de los asaltantes, y que sólo consiguen ponerles en un grave riesgo.

Una vez más: este problema es un asunto sobre todo marroquí, que permite las concentraciones cuando quiere frente la valla, un asunto de Bruselas, porque estamos hablando de una frontera de Europa que pasa por España, y un asunto nacional, porque nos toca a nosotros el feo papel de evitarlo. Una mínima nota más para la reflexión: frente a la ´marcha verde´ había generales, carros, Ejército y un Gobierno inoperante. El resultado fue el que todos recordamos.