Está el bueno de Antonio Banderas un tanto mosca por la querencia que le tiene su Melania a los quirófanos. Con la misma naturalidad y cotidianeidad que una maruja cualquiera diría "Manolo, que me voy un rato al bingo", va ella, la Melania Griffith y dice a su marido que lo es: "Anchonio (en americano de Cincinatti Antonio se pronuncia Anchonio) me paso un momento por el quirófano para ponerme unos labios". Horrorizado le pregunta él qué moños había llevado en la boquita hasta ahora sino un par de morritos, uno arriba y otro abajo. Impertérrita ella, en vez de responder a tan importante pregunta (las esposas casi nunca escuchan, y si son estrellas de Jolibú menos todavía) añade "y de paso me la voy a estirar un poco más". Se refiere a la piel, obviamente.

En una entrevista nuestro más internacional actor de cine ha declarado que no le gusta la afición de su mujer a pasar por la piedra. Prefiere lo de las mujeres de su tierra, aquellas que envejecen con el tiempo y naturalidad, que no le temen a la edad y para las cuales las arrugas son experiencias. O sea, como si dijéramos, la consoladora pero insostenible tesis de que la arruga es bella. Por lo visto a Antonio sólo le faltó recitarle a su Melania aquella copla de "María Manuela, ¿me escuchas? / yo de vestidos no entiendo / ¿pero de verdad te gusta / ese que te estás poniendo?". Sólo que donde en el original dice vestido aquí se entiende que morritos, o tetas, o nariz, o vaya uno a saber qué. En eso, sorpresivamente, el tolerante y cosmopolita Banderas se nos ha puesto ligeramente "moro" dicho para entendernos, pero eso sí, sin llegar a extremos de un Manolo Escobar advirtiendo a la chorba que no le gusta que se ponga la minifalda para ir con él a los toros. En este terreno algunos, Banderas incluido, deberían tomar ejemplo de la "tolerancia y modernidad" de Jesulín de Ubrique con respecto a su Campanario: "Mi mujer -ha dicho- me pone de comer, hace su casa, cuida de los críos, y después que haga lo que quiera, dentro de una lógica". No sé, pero juraría que las feministas se la tienen prometida y con razón.

Por cierto que nuestro Govern balear tiene promulgado un curioso decreto por el cual los menores deberán tener permiso de los padres para hacerse un tatuaje o un piercing. Sin comentarios, pero en cualquier caso no es lo mismo tatuarse cualquier pequeña tontería en un brazo, por ejemplo, que una horripilante serpiente enroscada en todo el cuerpo de pies a cabeza. De los piercings, otro tanto se podría decir, así que el "permiso" paterno tendría que especificar mucho y meterse en toda clase de detalles. Pero, volviendo a los morritos, está la susodicha señora de Banderas con unos que parecen sendos butifarrones. No sé, pero da la impresión de que cuando su "Anchonio" se morrea con ella, no sabe bien él si es que está besando a su mujer o a una zodiac. Y menos mal que deben de ser de los caros y con garantía, pues tengo leído que los hay baratos pero que duran poco. Imagine usted, que susto si cuando está besando apasionadamente unos labios hacen "psssssfff" o "puaf", y se desinflan. Igual que si cuando acaricias una teta va y explota, que también ha sucedido más de una vez y de dos. En cuanto a estiramientos de piel, hay el método natural y sin contraindicaciones como es el famoso esparadrapo que se aplica en el pescuezo Carmencita Sevilla para tensarse las flojeras y colgajos de la base del cuello, haciendo demostraciones de ello ante las cámaras de la tele. En cambio está la admirada Sara Montiel que ya no le queda milímetro cuadrado por estirar. Cada vez que intenta sonreír se le contrae ora el pié derecho, ora el izquierdo, ora ambos dos.

Leemos en los Salmos de David: "El Señor ha obrado en mí maravillas". Bueno, pues en teoría los quirófanos de la estética, a su manera, también. Y más si crees en la publicidad que se hacen. Pero la verdad es que ponerse en sus manos no deja de ser una decisión personal con riesgo, incertidumbre, molestias y considerable coste. Asombra pues la "alegría" de algunas, y en menor grado algunos, para tomarlas. Como la "jaia" de la rondaia que mientras le pasaban por la cara el cepillo de carpintero exclamaba "patir per embellir". Y en fin, no sé si hemos caído en la cuenta de que la gente cuando se trata de cirugía estética dicen "me opero" y cuando es de la otra dicen "me operan". El lenguaje siempre tiene un porqué.