Un agente de la Policía Local de Palma se mueve en la arena, entre tumbonas y sombrillas, y aborda a un grupo de turistas alemanes tumbados sobre sus toallas. Los jóvenes han hecho acopio de cervezas, tienen cubos de plástico repletos de hielo y botellines que beben sin descanso al son de la música de un potente altavoz. Son las once de la mañana y, mientras en las terrazas de los bares algunos apuran el café, en la playa ha empezado ya el botellón. "Aquí no se puede beber", les explica el policía. Él y otros 61 agentes llevaron a cabo el pasado jueves una gran batida en s´Arenal para perseguir estas conductas, prohibidas por la flamante ordenanza cívica aprobada por Cort.

En poco más de una hora y solo entre los balnearios 5 y 7, los policías requisaron 154 botellines de cerveza y 23 combinados, y sancionaron a ocho turistas por llevar recipientes de cristal y a otros dos por utilizar equipos de sonido, faltas leves que acarrean multas de 50 euros. Todos pagaron en el momento, beneficiándose de una rebaja que dejó la sanción en la mitad. "Esta intervención es más bien para que se corra la voz de que estas cosas no pueden hacerse en la playa", explicaba el comisario Antoni Morey, uno de los mandos que coordinaron del operativo. "No hay que olvidar que se trata de infracciones leves. Los turistas no hacen más que seguir una dinámica desgraciadamente arraigada en la Playa de Palma y no tienen la sensación de transgredir ninguna norma", puntualizó a los agentes un oficial durante la reunión previa al operativo.

Repartidos en tres grupos, los policías recorren la arena y el paseo peatonal de los balnearios 5, 6 y 7, mientras los turistas miran con sorpresa cómo los agentes hunden las botas en la arena. No hace falta buscar mucho, porque las prácticas que persigue la ordenanza cívica están muy extendidas. Un grupo de italianos cargados con tercios de cerveza son requeridos para que entreguen las bebidas. "Esto no es bueno para el turismo", espeta uno de ellos. Acaban de llegar a Mallorca y todavía no han podido ocupar sus habitaciones en el hotel, explican. Los agentes les requisan las botellas, que podrán recoger más tarde en comisaría. "La próxima vez, multa", les indican. A diez pasos de allí, otro grupo ha ido a la playa con un amplificador y un micrófono, que deben llevarse a instancias de los policías.

Con el avance de la mañana empiezan a caer las primeras sanciones. Un grupo de alemanes ha escondido 30 botellines en una mochila al ver la llegada de los agentes. Toda la bebida queda requisada y los chicos pagan una multa de 25 euros. La inmensa mayoría de los turistas desconocen la normativa, pero la acatan sin grandes protestas. Algunos, en cambio, se toman el operativo a risa y acaban con la paciencia de los policías. Es el caso de un alemán con un megáfono, que ante el requerimiento de los agentes para que no lo utilice, empieza a cantar: "¡Oé, oé oé!". Los policías le arrebatan el aparato, lo identifican y le multan con 25 euros, mientras un amigo suyo, que asegura con sorna llamarse Bob Marley, intenta mediar. Tras unos momentos de tensión, la situación se calma.

Mientras tanto, la comisión de Medio Ambiente de Cort aprobó una propuesta del PSOE para actuar junto a los hoteleros y tomar las medidas necesarias para erradicar estas "situaciones peligrosas" en la playa, que a juicio de los socialistas conllevan el riesgo de que la Playa de Palma pierda su bandera azul.