El fenómeno ultra aterriza en Mallorca

Identitas formó parte de la manifestación frente a Delegación de Gobierno para pedir la dimisión de Sánchez.

Identitas formó parte de la manifestación frente a Delegación de Gobierno para pedir la dimisión de Sánchez. / DM

Redacción

La ultraderecha española lleva años en auge. En Balears, sin ir más lejos, ha llegado por primera vez al Govern de la mano del Partido Popular. Vox se llevó en los pasados comicios autonómicos un 13,91% de los votos, lo que se traduce en un total de 61.156 personas que depositaron su confianza en la formación ultraconservadora. Su cuota de diputados en el Parlament incrementó de tres a ocho.

Sin embargo, esta expansión ideológica también tiene otras derivas mucho más radicales. Ciudadanos afines a la ultraderecha y a las formaciones que la representan no terminan de encajar las ‘reglas del juego’. Buscan más contundencia en las acciones políticas y, en muchas ocasiones, una mayor defensa del legado cultural patrio. Es el caso de la comunidad Identitas, quien defendió en una nota el ataque ultra a los miembros de la acampada de la UIB asegurando que estos últimos colgaron de una de las tiendas de campaña una bandera proetarra. Al menos un miembro de la entidad, además de varios ultras del Real Mallorca, perpetraron el ataque.

En su comunicado, Identitas rechaza frontalmente su categorización como ultraderecha: «Nuestra organización está conformada por militantes políticos sanos que rechazan políticos sanos que rechazan de lleno la etiqueta ultraderecha, así como otras palabras que carecen de contenido y son utilizadas solamente para estigmatizar». En el mismo, reafirman su «total independencia de otros grupos, sea cual sea su índole, política o deportiva». Sin embargo, Llorenç Soler, investigador en ciencia política en la Universitat Autònoma de Barcelona, apunta que estas organizaciones sí que pertenecen a la extrema derecha: «Evidentemente este tipo de grupos son de ultraderecha porque comparten el discurso: exclusión de la inmigración, separación entre culturas, violencia contra otras ideologías, etc.».

Presentes en las manifestaciones organizadas frente a Delegación de Gobierno para exigir la dimisión de Pedro Sánchez tras su investidura, en enero empapelaron la ciudad de Palma con carteles ‘antinmigración’ en los que se podían leer frases como «Exportamos ingenieros, importamos macheteros». En sus redes se definen como «una comunidad de miembros que pretende ofrecer una alternativa a las dinámicas sociales y expresiones culturales de nuestro tiempo sobre el pilar básico del concepto que da nombre a nuestra comunidad: Identidad». Ofrecen desde 2021 lo que denominan como «un núcleo de resistencia frente a las amenazas» a las que se exponen y que, según sus mandatos ideológicos, niegan la identidad española y europea. Estas amenazas a las que se ‘exponen’ nacen de la crisis migratoria que azota Europa desde hace años y que ha generado grandes críticas por parte de la derecha y la ultraderecha debido a la ayuda humanitaria que proporcionan países como España.

Soler aporta más información sobre estos grupos, señalando que pese a su gran presencia en redes son comunidades muy herméticas y con rigurosos filtros de entrada: «Hacen gatekeeping, que quiere decir que tratan de no dar ningún tipo de información al exterior. Por eso se pixelan las caras en las fotografías o no enseñan sus rostros. Son grupos en los que es difícil entrar».

«Destrucción de nuestra identidad nacional y cultural, sustitución étnica, aborregamiento sistemático, apología de la mediocridad y la fealdad, etc.», son tan solo algunos de los problemas a los que según Identitas se enfrenta la sociedad balear, española y europea. Para combatirlos, su comunidad organiza jornadas de entrenamiento en las que se practican deportes de contacto así como también coloquios sobre historia para ofrecer formación a sus afiliados. El último tuvo como tema central «la idea de España». Sus publicaciones están enfocadas a crear «un espíritu crítico»: «Es fundamental que nuestros miembros no solo comprendan y sepan defender nuestras ideas, sino que sepan someterlas a juicio». Su objetivo, «adquirir la formación ideológica necesaria para dar la batalla cultural e ideológica».

Laura Camargo, profesora del Departamento de Filología Española de la UIB e investigadora del discurso de la extrema derecha, destaca que uno de sus líderes intelectuales -le mencionaron en redes para conmemorar el Día del Trabajador- es Ramiro Ledesma Ramos, miembro fundador de la JONS (que posteriormente se convertiría en la Falange) y «uno de los autores intelectuales para introducir el fascismo en España».

En cuanto al entrenamiento de deportes de contacto, buscan enarbolar «el ideal del hombre atlético, capaz de defender su integridad y la de sus semejantes, si es preciso, con tenacidad y gallardía(...)». Camargo encuentra similitudes entre estas salidas al aire libre con las que llevaban a cabo las juventudes del partido nacionalsocialista: «A mí me recuerda al movimiento identitario que nació en Francia y que está influido por el nacionalismo étnico y el neofascismo . Además, comparen postulados antiglobalización, antinmigración e islamofobia. Ellos reivindican además el nacionalismo blanco occidental».

Tras lo sucedido en la acampada de la UIB, manifestaron en redes que harían valer su «derecho a la integridad física ante cualquier tipo de agresión» para defender su «derecho a ocupar el espacio público para dar a conocer las ideas que defendemos, de manera pacífica, tal y como hemos hecho hasta el momento». «Para crecer deben aprovechar las ventanas de oportunidad, que en este caso fue la acampada de la UIB», explica Soler. Participar en una acción con repercusión pública deriva en una mayor publicidad del grupo.

Por otro lado, Camargo achaca el ataque a la acampada por Palestina a la deriva ultraderechista del gobierno de Netanyahu: «Hoy en día es uno de los referentes para la extrema derecha internacional. Además, recibe el apoyo de los demás líderes extremistas como Orbán o Abascal». La investigadora relaciona el discurso israelí «contra los árabes palestinos» con los postulados de este tipo de grupos. Aún así, advierte: «Si este tipo de actuaciones violentas quedan impunes, con el tiempo tendremos un panorama más cercano al que se vivió en Europa en los años 30».

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