OPINIÓN

Franco se avergonzaría de Vox Baleares

Idoia Ribas y Francisco Franco.

Idoia Ribas y Francisco Franco. / DM

Matías Vallés

Matías Vallés

El inacabable espectáculo cómico-taurino de los ocho ultradiestros de Vox Baleares en el Parlament ha degenerado en una astracanada colectiva. El Generalitísimo Franco, a quien acaban de reivindicar los diputados por su dimensión «poliédrica», se avergonzaría del despilfarro de su herencia tóxica a cargo de los personajes más ridículos que ha cobijado la cámara autonómica. Y mira que hay competencia.

El enésimo capítulo de la descomposición de Vox Baleares no se puede analizar, solo banalizar. El partido tránsfuga no se divide en banderías, cada diputado cuida exclusivamente de su futuro personal. Los elegidos solo se han preocupado de los sueldos propios y de sus familiares. Compadecer a los votantes de la ultraderecha moderada no figuraba en el guion, pero la estafa que han sufrido va más allá de la deserción masiva que dejará al partido reducido a una piltrafa. No hay que proteger a los seguidores de Vox de Sánchez, sino de la banda del Empastre de sus cargos electos.

Y sin embargo, Vox gobierna la comunidad. Cobrando, claro. Así lo atestigua el Acuerdo Conjunto de PP y Vox para el Gobierno de las Islas Baleares, detallado en 110 puntos. De ahí que la ceremonia de autodisolución acelerada de los neofranquistas apunte directamente al Consolat. Por desgracia, la incineración de su socio ha sorprendido a Marga Prohens muy atareada en el frente de Oriente Medio. La presidenta denuncia apasionada «el ataque indiscriminado del régimen iraní contra Israel», un conflicto más acorde con sus indudables dotes de estadista que la querella del partido al que deber su Govern, que considera expresamente un asunto ajeno. O enajenado.

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