Agotada la cuota de estupor, la actualidad ofrece la sobredosis del colapso diario pero intermitente en los controles de acceso a las salidas de Mallorca. A las únicas salidas de la isla, que son las pistas de Son Sant Joan por designio de la geografía. El enésimo atropello a pasajeros mallorquines transcurre sin un solo responsable. Ni los trabajadores con exceso de celo, ni la dirección del aeropuerto, ni la voraz Aena, ni los partidos gobernantes. Solo falta aguardar a que un capataz concluya que la culpa reside en que los nativos caminan demasiado despacio, y en que son incapaces de entender instrucciones elementales como «bájese los pantalones».
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Queda demostrado que el atropello sucede técnicamente fuera de Mallorca. El Govern no puede acceder a la terminal sin comprar antes un billete, Son Sant Joan queda fuera de su jurisdicción. Es un ente suprainsular, una secreción imperialista que ningún partido se atreve a afrontar. El diputado nacionalista Vicenç Vidal se muestra tan sumiso como sus predecesores, a la hora de inclinar la cerviz ante la sujeción colonial, por eso Més no obtendrá jamás los resultados del BNG. Y admitan que resulta entrañable la dirección del aeropuerto, que pretende enmascarar el insulto a la población a fuerza de estadísticas.