La historia de Aintzane Cuadra: tres años luchando para que le hagan las pruebas de endometriosis

Esta estudiante de la UIB empezó a tener síntomas de endometriosis hace tres años

Aintzane Cuadra

Aintzane Cuadra / A.C.

Mar Ferragut Rámiz

Mar Ferragut Rámiz

Aintzane Cuadra agradece mucho la existencia de la Asociación de Afectadas por la Endometriosis: «Te sientes arropada». Esta estudiante de la UIB empezó a tener síntomas hace tres años, cuando vivía en el País Vasco. Tenía sangrados «anormales» y dolor tras mantener relaciones sexuales, la comida le sentaba muy mal y adelgazó mucho y muy rápido (diez kilos en cuestión de meses). Le costó mucho que la derivaran a ginecología desde el centro de salud (donde fue atendida siempre por mujeres de las que esperaba «algo más de empatía») . Después de pasar por varias ginecólogas, le ‘soltaron’ que parecía que tenía un quiste endometriósico y le recetaron un aro vaginal con hormonas para controlarlo. Se informó y cuando planteó si podía ser endometriosis, le respondieron que hasta que no quisiera quedarse embarazada no harían nada más.

Sigue luchando para que le hagan las pruebas y tener un diagnóstico: desde AEDEC denuncian que de media las afectadas tardan nueve años en lograrlo. Defiende que, independientemente de si quiere hijos o no, es su derecho saber qué tiene y poder vivir sin dolor («la regla no tiene que doler» es el mantra de la asociación). La hormonación ha mejorado su estado, pero le duele al mantener relaciones y especialmente al ponerse el aro: «Es muy fuerte, incapacitante, me he mareado y he tenido que pararme en mitad de la calle por no poder caminar».

Más investigación

Cree que la situación sería diferente si esta enfermedad afectara a los hombres y critica el trato recibido por los médicos : «Le quitaban importancia, me decían que tenía que aprender a vivir con esto, o me decían que quizás era una cuestión de estrés o nervios». Asegura que tras cada consulta, salía con un ataque de ansiedad.

Ante la falta de directrices y al ver cómo «todo se alarga» empieza a plantearse acudir a la sanidad privada, lamenta la joven, que cree que con más investigación podría encontrarse algún tratamiento que vaya más allá de «los apaños» de la hormonación o los analgésicos.

Para avanzar, Sandra y Aintzane saben que no les queda otra que meter ruido, hacer piña y romper silencios y tabúes.