«Si os reís no os tapéis, que se vea, que se vea bien», les dice Lluís Colom a unos adolescentes tímidos, nervioso y algo escépticos, que entran en el aula de música de su colegio y se colocan en círculo sin saber de qué es el taller que van a hacer ni quién es este hombre.
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Este hombre es alguien que a los 39 años abandonó su profesión y su plaza de funcionario, se fue a formarse como clown a Inglaterra y a Francia (con Philippe Gaulier) y volvió decidido a dedicarse a lo que le hace feliz: el payaso (un término que reivindica con orgullo, en un momento en el que además cree que se está rescatando el oficio).
Durante dos décadas interpretó la obra-cuentacuentos Àngel en varios institutos, pieza que fue creciendo y adaptando según el clown iba ganando terreno al actor en su interior. Su trabajo durante seis años en La Sonrisa Médica fue un punto de no retorno. Dio por concluida su etapa con Àngel y se entregó al clown, lanzándose a realizar talleres.
Este año Colom ha impartido talleres de clown en siete escuelas de Mallorca (a los alumnos, y a veces también a profesores). La idea es, explica, «sacar la cara B» de los jóvenes: lograr conectar, a través del juego, con su parte más genuina y que no tengan vergüenza de sacarla y exponerse ante los demás (eso en plena adolescencia: una edad delicada en lo que se refiere a la relación con el grupo de iguales). Abrir puertas, derribar muros, conocerse mejor y conocer mejor a los otros.
En un momento en que los jóvenes viven inmersos en un mundo digital, sometidos a más presión estética que ninguna otra generación anterior, él propone un ‘back to basics’: mirarse a los ojos, reír, jugar, abrazar las reacciones espontáneas y la propia vulnerabilidad y no esconderla, soltarse, confiar en el grupo y colaborar. Nada más que eso y, a la vez, todo eso.
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Tras la pandemia (un misil contra el equilibrio de muchos niños y jóvenes)el interés de los colegios por sus sesiones aumentó, asegura Colom (Toribio, de alias clown). Tras el confinamiento volvió a las aulas y el reto que suponía trabajar con mascarillas se convirtió en una oportunidad de dar más protagonismo a los ojos: «Algo muy importante: por eso y no por otra cosa los payasos llevamos una nariz roja», razona.
Una de las escuelas con las que trabaja es Montesión, donde acaba de concluir una ronda de talleres con los alumnos de 2º de ESO: «Una edad muy buena, no son niños, pero tampoco adultos todavía». Joana Sanz, la directora de Secundaria, apunta que la filosofía del taller encaja perfectamente con el proyecto pedagógico del centro: «Lograr alumnos competentes y conscientes de sí mismos». Para el actor, las sesiones son especialmente provechosas cuando puede acudir también el tutor, ya que le sirve para saber y conocer más a su grupo. «En media hora contigo los he conocido mejor que en todo el curso», le aseguró un profesor tras un taller.
Gioia Corazza, Elena Llambías y Amaia Berriotategortua son tres alumnas que han participado en el taller y aunque al principio reconocen que «se escondían un poco», luego se soltaron. «La idea era sacar la parte tonta de cada uno y reírnos un poco de nosotros, pero nadie se reía de nadie», recuerdan, subrayando el buen ambiente y la colaboración con los otros. También valoran haber podido tener este tiempo «de alivio» en medio de la presión de los estudios : «Es el mejor taller que hemos hecho».