Cabalgata de Reyes Magos 2024: Melchor, Gaspar y Baltasar llenan Palma de ilusión

Miles de familias esperaban desde primera hora de la tarde en el Moll Vell para ver la llegada de Sus Majestades a bordo del llaüt 'La Balear'

Irene R. Aguado

Irene R. Aguado

Arrimados a la vereda del puerto, cargados de ilusión y muy nerviosos, miles de niños esperaban ayer desde primera hora de la tarde la llegada de los Reyes Magos. Melchor, Gaspar y Baltasar desembarcaron puntuales a las seis de la tarde del tradicional llaüt mallorquín ‘La Balear’, y aunque el mal tiempo amenazaba con deslucir la Cabalgata, llegaron desde Oriente entre fuegos artificiales dispuestos a cumplir con su compromiso.

«Hemos cruzado mares, montañas y desiertos. Y esta noche visitaremos cada uno de vuestros hogares», anunció Gaspar, el encargado de saludar a todos los presentes en el Moll Vell. Junto a Melchor y Baltasar, el rey de los cabellos pelirrojos aseguró que llevan consigo «alegría, luz, paz y amor», además de los regalos que dejarán en todas las casas: «Pero alerta, que también hemos traído carbón para los que no se han portado bien», advirtió.

En el escenario, junto a las autoridades municipales, los tres reyes agradecieron por adelantado la leche, los dulces y las galletas que los niños les dejan cada año para reponer fuerzas. «Los camellos también beberán un poco de agua», avisó Gaspar.

Después, bajaron del escenario al ritmo de los Tamborers de la Sala y comenzaron a repartir abrazos, besos y saludos. Más de 100.000 personas asistieron a la Cabalgata, según las cifras de la organización. Los más afortunados fueron los que esperaban en el Moll Vell, que tuvieron el privilegio de poder hablar con ellos antes de que se montaran en sus respectivas carrozas.

Cabalgata de los Reyes Magos en Palma 2024

Enrique Calvo

Ni el cielo encapotado ni la amenaza de lluvia entorpecieron la larga travesía de Sus Majestades, que sin duda fueron los más aclamados durante todo el desfile. La comitiva del rey Baltasar fue una de las más marchosas; de hecho, a la altura de la plaza de las Tortugas, un espontáneo se sumó a los bailarines con impresionantes piruetas al ritmo de las maracas y los tambores.

Allí mismo se produjo una de las anécdotas más emotivas, protagonizada por Alejandra Jiménez, de tres años. Un policía local la cogió en brazos y la acercó al rey Melchor para que cumpliese uno de sus mayores sueños: entregarle su chupete. «Le hacía mucha ilusión y el agente nos ha ayudado», explicó su madre emocionada.

Esta Cabalgata también la protagonizaron los usuarios de la Asociación de Padres de Niños con Cáncer, que pudieron ver el desfile sentados bajo una carpa en el paseo del Borne: «Así están más cómodos y protegidos del frío», explica Maria Antònia Reinaldos, madre de Aitor, un niño de seis años con un síndrome raro y un reciente transplante de médula. «Está disfrutando mucho de la Cabalgata. Aunque seguro que algo de carbón va a caer, porque se pelea mucho con su hermano», bromea su madre.

También tuvieron mucho éxito las gimnastas bailarinas, que con sus aros de luz embelesaban a todos los asistentes, los zancos de ojos gigantes y el trenecito de Afedeco y Pimeco, lleno de niños que saludaban eufóricos. La fábrica de carbón iba cerrando el desfile y recordaba a todos los presentes que portarse mal tiene un precio. Y por si acaso, varios trabajadores de la fábrica iban llenando de carbón negro las caras de los niños más despistados.

Después de un largo recorrido, los Reyes y sus respectivas comitivas llegaron al final del trayecto, la plaza de Cort. Saludaron desde el balcón del Ayuntamiento provocando la euforia a pie de calle: «¡Pasad por casa, por favor!», gritaban los niños desde la plaza. Los tres monarcas se marcharon poco después, apresurados por iniciar su noche de trabajo más larga del año.