Los braseros en invierno, nunca en habitaciones sin o con poca ventilación

El SAMU 061 ha atendido hasta el mes de noviembre a 689 personas por intoxicaciones por monóxido de carbono a causa de la exposición a humos

Un técnico sanitario del SAMU 061 midiendo la capacidad pulmonar de un afectado por una combustión en su domicilio

Un técnico sanitario del SAMU 061 midiendo la capacidad pulmonar de un afectado por una combustión en su domicilio / SAMU 061

I. Olaizola

I. Olaizola

Hasta el pasado 1 de noviembre, el Servicio de Ambulancias Urgentes del 061 (en adelante SAMU 061) ha atendido a un total de 689 personas por intoxicaciones de monóxido de carbono provocadas por las inhalaciones de humo durante un incendio, por combustiones incompletas de estufas, braseros y chimeneas sin que se haya producido fuego, o por accidentes laborales por exposición a otros humos de combustión como, por ejemplo, los relacionados con el sector de la automoción.

Una cifra de personas afectadas que previsiblemente superará a las 717 registradas en todo 2022 como ya lo han hecho ampliamente con las 584 contabilizadas en 2021 o las 590 de 2020, según los datos facilitados por este servicio de emergencias sanitarias.

Sin embargo, los casos graves de intoxicaciones por monóxido de carbono que precisaron atención urgente, estabilización, tratamiento y traslado hospitalario fueron 13 en 2020; 25 en 2021; 46 en 2022 y 24 hasta principios de este mes de noviembre.

Frente a los más habituales, los provocados por una mala combustión de los braseros, el director médico del SAMU 061, Txema Álvarez, aconseja a los afectados que, si se percatan del accidente, «abran las ventanas de la vivienda y salgan de ella» ya que la falta de ventilación es la causante de la intoxicación.

El responsable médico recuerda un caso de este mismo año en el que toda una familia se vio afectada al usar un brasero en una vivienda cerrada a cal y canto. «Nos llamó una persona mareada que no sabía qué estaba pasando mientras que sus dos familiares ya se encontraban en coma», revela.

Álvarez explica que las situaciones más habituales con las que se encuentran en estas actuaciones son un número elevado de personas afectadas a las que deben evaluar su nivel de oxígeno en sangre mediante pulsioxímetros o de carbono a través de los cooxímetros. En caso de duda, pueden someter al paciente a una prueba más invasiva, una gasometría arterial, que determinará la cantidad de oxígeno y dióxido de carbono en su sangre.

El tratamiento más habitual para las personas que han estado expuestas más tiempo a la inhalación de monóxido de carbono es suministrarles oxígeno al cien por cien mediante una mascarilla.

Aunque el director médico revela que en los casos más graves se llega a recurrir a las cámaras hiperbáricas que, explica, permiten suministrar un oxígeno con más atmósferas y acelerar el proceso de recuperación del paciente. «Es bastante excepcional, la hemos tenido que usar en dos ocasiones en este último año», matiza.

El monóxido de carbono es un gas asfixiante que provoca efectos inmediatos debido a la disminución de oxígeno que llega a los órganos, con el fallo agudo de estos, y otros síntomas de aparición más tardía como pueden ser los síndromes neuropsiquiátricos.

Una vez que se produce inhalación por monóxido de carbono, el tiempo medio que tarda en eliminarse del organismo ronda las cinco horas, aunque con la administración de oxígeno con mascarilla puede desaparecer en una hora.

Los síntomas pueden ser leves como dolor de cabeza, el más frecuente, mareo o visión borrosa. O graves como bajadas de tensión, arritmias cardiacas, edema agudo de pulmón o dificultad respiratoria. No obstante, Álvarez aconseja que ante los síntomas más banales hay que mantenerse vigilante ya que algunos de ellos pueden agravarse con el tiempo.

Por ello aconseja extremar las precauciones durante la exposición a braseros, chimeneas, o cualquier fuente de gases de este tipo y recuerda que las poblaciones más sensibles son los niños, las embarazadas, los ancianos y los enfermos crónicos.

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