La inquilina de una infravivienda de Gomila alquilada por el policía local detenido: "Da un poco de miedo, pero al menos tenemos donde dormir"

Alejandra, su pareja y su hijo llevan cuatro meses viviendo en un habitáculo de unos diez metros cuadrados: "No hemos encontrado nada más"

Pagan 440 euros al mes por la habitación en un subterráneo comido de humedades y suciedad: "Hay cucarachas incluso dentro de la nevera"

Irene R. Aguado

Irene R. Aguado

"Es una locura vivir aquí y da un poco de miedo, pero al menos tenemos un techo y una cama donde dormir". Son palabras de Alejandra, una de las inquilinas del policía local detenido por gestionar más de 70 infraviviendas en Palma alquiladas a extranjeros. La joven, de origen colombiano y de 26 años de edad, vive en una habitación con baño ubicada en un sótano comido de humedades y suciedad que a su vez alberga una treintena de habitáculos en la calle Joan Miró. En un espacio de unos diez metros cuadrados viven tres personas: Alejandra, su pareja y su hijo. "Estamos contentos porque podemos darle un techo a nuestro hijo, hemos buscado otra cosa mejor pero no encontramos nada más", explica.

"Mi primera impresión fue de sorpresa total. Aquí no había ni nevera, ni cocina, ni nada", comenta. En los cuatro meses que llevan habitando la diminuta habitación han logrado hacerse con un viejo frigorífico y una pequeña cocina eléctrica. Duermen los tres en un colchón a ras del suelo y colocan la ropa en un Tetris improvisado con perchas y colgadores por todo el habitáculo. El precio es de 440 euros al mes con la luz aparte, además de los dos meses de fianza que pide el policía: "Es lo mejor que hemos podido conseguir. Al tener un niño nadie quiere alquilarnos un piso o nos duplican el precio", lamenta Alejandra.

"La mayor parte del tiempo lo pasamos fuera, en el parque o en la calle, porque el niño se agobia en un espacio tan pequeño", relata la joven, una de las pocas personas que se abre a hablar entre los inquilinos de estas infraviviendas. "A veces entra gente a comprar droga o a robar. No me siento muy segura aquí, pero es lo que hay", añade. El olor a insecticida inunda todo el sótano y se intensifica al entrar en las habitaciones: "Aquí hay plagas de bichos y muchas cucarachas, incluso dentro de la nevera".

La falta de higiene y la precariedad se evidencia desde el primer escalón de bajada al subterráneo. Los moradores de las infraviviendas, gran parte de ellos extranjeros y también algunos ancianos y niños, comparten una lavadora que en estos días se ha roto: "Ahora hay que buscarse la vida para lavar la ropa, por suerte mi amiga me deja lavarla en su casa". También tienen que ir con ojo con los electrodomésticos: "Si encendemos dos fogones a la vez saltan los plomos y se va la luz en toda la habitación. Nos pasa muy a menudo", señala.

VÍDEO | Bajada a los trasteros subterráneos alquilados por el policía local de Palma detenido: sin ventanas, con humedades y suciedad

Bernardo Arzayus