Tortugas marinas nacidas en Baleares: gramos de esperanza para una especie
Las autoridades visitaron este lunes el IRFAP-LIMIA, en el Puerto de Andratx, donde se mantienen a 195 pequeños ejemplares de los quelonios supervivientes de las 5 puestas de este año en las islas
Son tortuguitas frágiles y de escaso peso que necesitan ser alimentadas con mimo, esmero e individualmente. Los expertos revelan que las más pequeñas oscilan entre los 10 y los 20 gramos y las más desarrolladas, las nacidas de la sorprendente primera puesta de este año en la playa de Can Pere Antoni, rondan los 35.
Pero sin lugar a dudas son un pequeño atisbo de esperanza para una especie en riesgo de extinción, la tortuga boba (Caretta caretta), que desde hace unos años, quizá por el calentamiento del mar a consecuencia del cambio climático, ha modificado su hábito de nidificación trasladándose de las playas del Mediterráneo oriental a las algo más frías de esta parte occidental.
Las autoridades han visitado esta mañana las instalaciones del IRFAP-LIMIA, en el Puerto de Andratx, donde personal del Consorcio para la Recuperación de la Fauna de las Illes Balears (COFIB) dependiente de laconselleria de Agricultura, Pesca y Medio Natural, se ocupa del cuidado y la cría de estos neonatos.
Guiem Félix, experto en estas tortugas, ejerce de guía mostrando las pequeñas raciones de papilla con las que las alimentan tres veces al día. Contienen, explica, merluza, calamar, caballa, gambas, espinaca y espirulina. Al comenzar a dárselas de forma individual, ejemplar por ejemplar, tardaban tres horas y media en completar una toma. Ahora las pequeñas tortugas terminan su ágape en una hora, se congratula.
Con sus hermanas mayores de Can Pere Antoni, ubicadas en un tanque independiente -Félix recuerda que de los 105 huevos sobrevivieron 23, 10 en el laboratorio y 13 en la propia playa-, se actúa de manera diferente: se las alimenta colectivamente para fomentar su competencia natural pero, eso sí, vigilando el peso de todas ellas para alimentar en caso necesario a las más rezagadas. El objetivo, concluye, es liberarlas en el mar dentro de aproximadamente un año, cuando superen el kilo o kilo medio de peso y su caparazón ya se haya endurecido para que así tengan más probabilidades de sobrevivir.
Y quizá, quién sabe, en 15 o 25 años, cuando alcancen la edad adulta, vuelvan a desovar en las playas donde su madre las depositó y dónde volverán a ser liberadas con el objeto de retengan genéticamente en su memoria el lugar.
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